lunes, 24 de enero de 2011

A conquistar el Ártico


A menos hielo, más navegación. Las potencias pugnan por su riqueza
La enorme capa helada que protege sus hidrocarburos se derrite.El cambio climático podría animar la demografía en estas costas extremas

El calentamiento global y la descongelación paulatina del Océano Glacial Ártico han puesto de verdadera actualidad una zona ignorada por su carácter remoto y el riguroso clima que soporta. Se sabía de antes que el casquete polar cobija en su lecho ingentes recursos naturales, pero su gruesa capa helada hace imposible su extracción e impide el tráfico marítimo durante todo el invierno.

Ahora la perspectiva ha cambiado y, si los cálculos de los científicos no fallan, en pocos lustros la disminución del hielo hará permanentemente navegable el extremo norte del planeta. Será posible entonces instalar plataformas marinas para la obtención de hidrocarburos y arrancar de las entrañas de la tierra valiosos minerales en muchas islas y regiones costeras.

Ello ha convertido el Polo Norte y todo su entorno en una región estratégica que interesa cada vez más a los países ribereños. Son grandes potencias y no parecen dispuestas a dejar que se menoscaben sus intereses. La pugna no ha hecho más que comenzar. La conquista, por supuesto, la tendrá que hacer cada estado desde el sector de costa y las aguas territoriales que les pertenecen.

Y es que el deshielo puede hacer cambiar radicalmente, no sólo el paisaje del Océano Glacial Ártico, sino también la situación demográfica de su costa. Un clima algo más benigno, la afluencia de población en busca de trabajo en los yacimientos y las empresas auxiliares de los nuevos y viejos asentamientos, además del aumento de la actividad portuaria como resultado de un trasiego de navíos más abundante, transformarían profundamente el panorama económico de la región.

La masa de agua que baña todo el norte del Círculo Polar es el océano más pequeño que existe. Su tamaño es, no obstante, mucho mayor que el del mar Mediterráneo. Comparativamente, el Ártico tiene unas dimensiones parecidas a la superficie acuática comprendida entre las islas Marianas y Vietnam, de este a oeste, y entre Japón y la isla indonesia de Java, de norte a sur. Para una mayor similitud habría que quitar del mapa del sudeste asiático las islas Filipinas y tal vez también la de Borneo (Indonesia).

Lo demás son todo diferencias y bastante acusadas, sobre todo en lo que se refiere al clima y a la cantidad de población que habita uno y otro litoral. Según Ártur Chilingárov, presidente de la Asociación de Exploradores Polares rusos, en el conjunto de todas las localidades existentes a lo largo de la cornisa norte de Rusia, Groenlandia, Canadá, Noruega, Alaska y en todas las islas árticas, cuya longitud total de costa es de unos 38.800 kilómetros, no viven mucho más de 600.000 personas, de las que medio millón corresponden solamente a las ciudades rusas de Múrmansk y Arjánguelsk. Chilingárov precisa que, en un sentido más amplio, el número de personas en todo el mundo en vecindad directa con el Ártico superan los cuatro millones.

A 60 bajo cero
Las temperaturas pueden llegar a alcanzar la insufrible cota de 60 bajo cero mientras en verano, según los lugares, superan ligeramente los cero grados. Sin embargo, en la parte continental, hacia el interior, por ejemplo en la ciudad rusa de Norilsk, el estío puede traer cálidas temperaturas de hasta 30 grados, aunque suelen durar muy poco tiempo.

La falta de luz en invierno, que se compensa con su exceso en verano y la belleza de las auroras boreales, es otro de los fenómenos que complican la vida a quienes no estén acostumbrados. En Múrmansk el sol no sale, salvo unos pocos minutos y sin llegar a elevarse, durante 40 días al año, entre el 2 de diciembre y el 10 de enero. En el Polo Norte, la noche se prolonga 176 días. En verano se produce justo lo contrario. El día polar hace que la noche desaparezca para dar paso al sol de medianoche. En Rusia se llaman noches blancas.

El Océano Glacial Ártico, completamente helado desde octubre hasta junio, contiene numerosas bahías, la de Baffin es gigantesca, estrechos y mares como los de Groenlandia, Bárents, Blanco, Kara, Láptev, el de Siberia Oriental, Chukotsk y Beaufort. El paso hacia el Océano Pacífico se efectúa a través del estrecho de Bering, que separa la región rusa de Chukotka de Alaska (EEUU), y hacia el Atlántico por el mar de Groenlandia o el mar de Labrador. En este último caso hay que atravesar primero la impresionante bahía de Baffin.

La única parte del Ártico que no se hiela en invierno, gracias a la Corriente del Golfo, es la península rusa de Kola, el norte de Noruega y el sur de Groenlandia, incluyendo las aguas que rodean Islandia.

A excepción de Múrmansk, Narián-Mar, Salejard y las ciudades noruegas de Tromso y Hammerfest, esta última compite con Barrow (Alaska) por el título de ciudad más septentrional del mundo, ninguna de las poblaciones situadas por encima del Círculo Polar supera los 6.000 habitantes. Chilingárov afirma que lo normal es que en la mayoría de ellas vivan unos pocos centenares de personas.

Se trata de estaciones científicas y meteorológicas, unidades de tropas guardafronteras, yacimientos de hidrocarburos o mineral, puertos que funcionan solo durante el verano y simples aldeas habitadas por las tribus de esquimales autóctonas: los inuit en Alaska y Canadá, los lapones o sami en el norte de Europa y los nenets, komi, janti, evenki, yakuti y chukchi en Siberia. Viven fundamentalmente de los renos, la pesca y la caza de caribús, focas, morsas y ballenas.

Alert y Nord, en los respectivos extremos septentrionales de Canadá y Groenlandia, son bases militares provistas de aeródromo y de estación meteorológica. Están habitadas por poco más de una decena de personas en régimen rotativo. Son los dos puntos con vida humana más cercanos al Polo Norte, a poco más de 800 kilómetros se encuentra Alert y a 920 Nord.

El archipiélago noruego de Svalbard también está muy cerca del Polo Norte, a unos 1.000 kilómetros aproximadamente. De las tres islas habitadas, Spitsbergen es la más grande y en ella está localizada Longyearbyen, el principal centro de población de todo el conjunto de islas. Tiene unos 1.500 habitantes, cuya actividad principal es la extracción de carbón.

Un poco más al este y casi en la misma latitud hay otro archipiélago, el de Zemliá Frantsa Iósifa (Tierra de Francisco José, el emperador austriaco). Lo descubrieron los miembros de una expedición astro-húngara en 1873, pero actualmente pertenece a Rusia. Tiene en total 191 islas y todas están desiertas. En verano acceden a ellas unidades militares y especialistas de todas las ramas de la ciencia. El primer ministro ruso, Vladímir Putin, estuvo allí en abril del año pasado para estudiar la posibilidad de utilizar el enclave como «base para la conquista del Ártico».
Tampoco vive nadie de forma permanente en otros grupos de islas del Ártico ruso: Nóvaya Zemliá, Sévernaya Zemliá, Novosibírskie Ostrová y la isla de Vrangel. En Nóvaya Zemliá, que consta de dos islas, hay tres polígonos para ensayos nucleares ya en desuso. En uno de ellos fue probado, en 1961, el ingenio atómico más potente que jamás se haya detonado en superficie. La denominada 'Zar bomba'. Muchos puntos en los mares de Bárents y Kara siguen siendo contaminantes basureros nucleares.

Gulags y petroleros
A 200 kilómetros al sur del extremo meridional de Nóvaya Zemliá, ya en la ribera continental, está el poblado de Varandey. Sus habitantes, los nenets, fueron desalojados en 1993 y ahora el lugar alberga una terminal de carga para petroleros de la empresa Lukoil. A 100 millas marinas hacia el noreste nos topamos con Amderma, uno de los puertos de la ruta marítima del norte, que en verano conecta Europa con China a través del estrecho de Bering. Llegó a tener casi 3.000 habitantes, pero ahora sólo hay unos 400.
Otros puertos del recorrido son Tiksi, Cherski y Pevek. En cada uno viven unas 5.000 almas. En las inmediaciones de Pevek y Cherski funcionaron en la época de Stalin sendos gulags (campos penitenciarios) y hace poco fue encontrada un fosa común con centenares de cadáveres de represaliados.
Pero el lugar más emblemático del norte ruso y más visitado por los turistas es Dickson o Dikson, como se escribe en la transcripción desde el cirílico. Se ubica en la desembocadura del río Yeniséi. Es el puerto más norteño del país. El poblado, que en 1985 tenía 5.000 habitantes y ahora nada más que 600, se extiende hacia el este en la parte continental y al oeste en la isla del mismo nombre situada enfrente, a un kilómetro y medio. En invierno se puede pasar andando de un lado al otro. Una cruz en las rocas junto al mar indica el lugar en el que un miembro de la expedición encabezada por Roald Amundsen murió congelado al no poder recorrer a tiempo los escasos metros que le separaban del refugio.

Nikolái Adamóvich, jefe de la estación meteorológica local, aseguraba recientemente a un diario ruso que «las observaciones que hacemos aquí son imprescindibles para un correcto pronóstico del tiempo en todo el hemisferio norte». Adamóvich se lamenta de que cada vez son menos los jóvenes meteorólogos dispuestos a aceptar trabajos en sitios como Dickson, pese a que los sueldos son altos.

El brusco descenso de pobladores ha dejado el puerto casi vacío y la sensación de abandono es patente por doquier: casas derruidas, pequeñas embarcaciones carcomidas por el óxido y chatarra sobresaliendo entre la nieve. El porcentaje de suicidios en las zonas polares de Rusia es superior a la media. Toda la esperanza está puesta ahora en el impulso que Moscú ha prometido dar al Ártico para favorecer la conquista de sus riquezas.

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