Fomento impone otra vez la ley del silencio en el 'caso Prestige'
Ordena por 'e-mail' a los capitanes marítimos que «nadie hable» del naufragio
Un funcionario cuenta que filtró datos en el 2002 porque el Gobierno mentía
Diez años después de la catástrofe del Prestige, el Gobierno del PP aún tiene miedo de lo que puedan transmitir sus técnicos a la opinión pública. Como ya hizo cuando el petrolero empezó a partirse, el Ministerio de Fomento ha ordenado por correo electrónico a los capitanes marítimos que nadie bajo su mando abra la boca sobre esta cuestión. En el 2002 se trataba de evitar que la población conociera la auténtica dimensión del vertido y de ocultar los errores que se cometieron en la gestión del naufragio. Ahora que por esos fallos está sentado en el banquillo el exdirector general de la Marina Mercante José Luis López Sors, se trata de evitar que salgan a la luz las críticas internas que suscitaron sus decisiones, especialmente la de alejar el barco en vez de darle refugio.
El correo electrónico, al que ha tenido acceso EL PERIÓDICO, fue remitido por el subdirector general de Inspección Marítima, Francisco Ramos Coronas, el pasado 17 de octubre a todos los capitanes marítimos. «Sin autorización expresa del director general, nadie de esta capitanía ni de sus distritos pueden hablar del Prestige». Así de lacónico y así de contundente. El escrito llegó a las capitanías al iniciarse el juicio y fue recibido con indignación por técnicos que consideran cercenado su derecho a la libertad de expresión.
Por fortuna, algunos de los protagonistas ya no están bajo el mando de Fomento y han decidido dar su versión ante la opinión pública. A petición del interesado, el diario La Voz de Galicia ha destapado una de sus fuentes clave durante los sucesos y le ha entrevistado. Se trata de Antonio Núñez Pérez, controlador del centro de Salvamento Marítimo de Finisterre ya prejubilado. Él pudo ver en sus pantallas una sólida capa de chapapote que los barcos de la Marina Mercante eran incapaces de frenar y que hacía inútiles las escasas barreras anticontaminación utilizadas mientras el Gobierno hablaba de un vertido mínimo.
Ahora cuenta por qué decidió hablar y la caza de brujas subsiguiente: «Llegaron órdenes de Madrid que nos prohibían hablar con periodistas, lo que causó indignación en el centro de control. Éramos conscientes de que nos jugábamos el puesto si informábamos de lo que ocurría, pero tomé la decisión de filtrar la noticia porque la sociedad tenía derecho a conocer lo que pasaba. Llegaron a revisar las grabaciones para ver si habíamos dado información».
Del alejamiento del barco opina lo mismo que la mayoría de sus colegas, que «fue una decisión política, no profesional». «Si el naufragio hubiese sido en el mar del Norte no habría pasado lo que pasó, porque allí deciden los profesionales, no los políticos. Las consecuencias fueron peores que refugiando el petrolero en un puerto», concluye.
CINTAS REVELADORAS
La voz del controlador no se oirá en el juicio -cuya sesión de ayer se suspendió al no poder llegar 20 abogados por la huelga- porque aún trabajaba en Fomento cuando se instruyó la causa, pero el tribunal sí contará con cintas de conversaciones entre técnicos que el ministerio no entregó hasta hace pocas fechas, cuando las reclamó la defensa del capitán del Prestige, Apostolos Mangouras, al darse cuenta de que habían sido escamoteadas.
En una de las cintas, por ejemplo, se oye al responsable del centro de control de Salvamento Marítimo de Madrid contarle al de Finisterre que la decisión del Gobierno es llevar el barco «a cruzar el Atlántico». «Pues si esa es la intención es la mar de rara. Pues como ahora esto se te escapa de tus manos, pues qué le vamos a hacer». En otro momento los dos centros intercambian descalificaciones sobre el rumbo escogido. «El tío sigue pa fuera, sigue pa fuera» (...) «Como se enteren los franceses nos la van a armar», dicen. El Gobierno francés obligó a rectificar el rumbo y el barco viró hacia el sur.
Dos de los políticos que más minimizaron la tragedia siguen en el Gobierno. Miguel Arias Cañete, ministro de Medio Ambiente, dijo entonces que las playas estaban «esplendorosas». Mariano Rajoy, hoy presidente del Gobierno, describió las fugas del casco hundido como «hilillos de plastilina».
Fuente: el periódico
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