miércoles, 24 de abril de 2013

Esperanza...

Los titulados en Náutica también se colocan en tierra

Cuando se echa un vistazo a los datos del paro que registra Cantabria en titulados por la Escuela de Náutica, sorprende la cifra, de unos 116, muy inferior a la de otros centros. Es cierto que la dimensión de la matrícula de la escuela ubicada junto al Palacio de Festivales no tiene nada que ver con la de otras del campus cántabro. Si son pocos titulados, también habrá menos parados.

Pero ese detalle no es del todo suficiente para explicar el fenómeno. «Lo que ocurre es que han sido muchos años los que la gente pensaba que estos estudios solo te facultaban para emprender una carrera profesional en la mar, embarcado; pero ha resultado no ser así. Cada vez las empresas de tierra demandan a estos profesionales con experiencia. Son muy valorados para múltiples trabajos del sector marítimo portuario de tierra o en otras que nada tienen que ver, de hecho, con este mundo». La explicación del actual director de la escuela, José Ramón San Cristobal, se detiene en los detalles.

Madurez

«Es cierto que la experiencia en mar es un punto importante. Hay que tener en cuenta que esta gente ha aprendido a desenvolverse en un entorno tan hostil como el de un barco, donde aprendes a trabajar en grupo, donde no miras el reloj, impaciente, esperando la hora en que sales del trabajo, y donde no tienes empresas auxiliares a las que recurrir cuando tienes que dar solución a una avería. Allí estás solo, y aprendes a resolver los problemas», afirma.

Es esa madurez personal y profesional la que está teniendo tan buena aceptación en el mercado. Se colocan en astilleros, en puertos secos, en transporte, gestión y reparación. Muchos de estos profesionales son responsables de mantenimiento de grandes superficies como centros comerciales o grandes instalaciones.

«Es más, una de las titulaciones que imparte la escuela es la de Grado en Ingeniería Marítima, cuyas únicas salidas son en tierra», apunta otro de los profesores, José Antonio Bezanilla. Por eso el último giro que han experimentado los planes docentes para su adaptación al Espacio Europeo ha sabido escuchar ese nuevo contexto.

Antiguamente, las diplomaturas de la escuela otorgaban el título académico, no el profesional. Para este segundo diploma había que embarcarse un año y lograr la acreditación del Ministerio de Fomento. «Ahora, todo se gestiona desde los campus y las prácticas se realizan, digamos, en el periodo académico. De momento, las hemos repartido entre el tercer y el cuarto curso. Y así nuestros titulados salen con el grado de pilotos de segunda u oficiales de máquinas de segunda», concreta Bezanilla.

Todo termina por beneficiar al universitario, o al menos lo ayuda a ahorrar tiempo. Porque no está abandonado a su suerte en la búsqueda de una embarcación que lo acredite como profesional. Algo bueno, más en los tiempos que corren, cuando la situación de las navieras nacionales es regular, o mala, con la continua pérdida de barcos abanderados españoles en busca de paraísos fiscales donde los impuestos no ahoguen más las economías maltrechas de cada buque. Aunque luego, como en todo, hay gustos para todo.

«Si me matriculé en este centro fue precisamente porque me apasiona el mar y siempre he querido estar en un barco», confiesa Darío Sánchez, del Grado en Ingeniería Náutica. «Sé que es difícil, que dejas en tierra la familia; pero creo que es posible compaginarlo. Mi novia, al menos de momento, lo comprende. Y tengo cercana la experiencia de mis tíos. Han estado siempre en el mar hasta el momento en que tuvieron hijos. La cosa es probarlo, vivirlo y luego ya veremos», comenta.

¿Mar o tierra?

En el punto opuesto se encuentra Angélica Palacios, en Ingeniería Marítima: «Desde el primer día en que comencé las clases sabía que no iba a querer embarcar», asegura. «Pero tenía conocimiento de que esta carrera vale también para trabajos en tierra y creo que es el error que comete mucha gente, quizá por culpa de que no hay mucha información al respecto», agrega. Su puesto podría estar en «un astillero, quizá, pero aún es pronto para pensarlo», razona.

Hay quien parece tenerlo más claro. Miguel Esteban, del Grado en Ingeniería Náutica y Transporte Marítimo, tiene mucho más localizado el destino. «Me atrae mucho todo el ámbito relacionado con salvamento», explica. «No me importa embarcar de vez en cuando, salir al mar, porque sí es cierto que me gusta. Pero es importante tener las raíces bien asentadas en tierra. Volver a dormir a tu cama, en casa».

Tiempo para todo

En cierto modo depende de la personalidad de cada cual. «Lo que tenemos claro es que nos gusta a todos mucho el mar y lo que lo rodea. Ahora bien, quizá lo mejor es probar qué tal te sientes en el barco, al menos durante una temporada. Luego, ya tendrás tiempo de decidir qué es lo que más te gusta», completa Andrés Cagigas, de la Licenciatura en Máquinas Navales. Yo trabajé un tiempo en hostelería y me di cuenta de que aquello era un trabajo que detestaba. Con este mundo he conectado mucho más», se suma de nuevo Darío Sánchez.

«Porque aquí sales con una formación muy multidisciplinar que te abre muchas posibilidades de trabajo. Además, tenemos la suerte de estar en una de las mejores escuelas de náutica de toda España, y las empresas lo valoran, ya lo creo», apunta Alberto Miera, de la Licenciatura en Máquinas Navales y delegado de alumnos del Centro.

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