La terrible historia de los polizones arrojados al mar
El diario El Litoral dio a conocer las actuaciones judiciales labradas por un juez federal de Rosario, en las que se describe cómo un grupo de marineros filipinos arrojó al mar a cinco jóvenes congoleños luego de atarlos y desmayarlos a golpes.
La historia podría servir para un film de suspenso y terror, con un escenario emblemático, como el mar, cargado de un universo singular. Pero por fuera de la búsqueda de referencias cercanas a la ficción, lo que aparece en el expediente que se encuentra en el juzgado federal de Rosario, Dr. Carlos Vera Barros, es la cronología de crímenes horribles: un grupo de tripulantes y el capitán de un barco cerealero, que amarró luego en Arroyo Seco, arrojaron a mediados de julio a cuatro jóvenes africanos que viajaban como polizones escondidos en la gigante nave de 190 metros. Los ataron de pies y manos, les golpearon la nuca para desmayarlos y los tiraron desde la cubierta en algún lugar del Atlántico.
El diario El Litoral tuvo acceso al fallo de procesamiento de la Justicia Federal en el que se describen los detalles de cómo un grupo de marineros filipinos arrojó al mar a cinco jóvenes congoleños.
El 7 de julio pasado, los marineros filipinos le avisaron al capitán Filip Florin que habían encontrado a cuatro jóvenes africanos escondidos en la popa, a la altura de la hélice. Hacía por los menos cinco días que estaban ocultos en ese lugar, con botellas de agua y algo de comida que habían acumulado de provisiones. Orinaban en las botellas vacías y no tenían muchas opciones más que tratar de que nadie los descubriera hasta llegar a tierra firme. A los polizones que atrapan en alta mar, generalmente los dejan huir cuando el barco llega al primer puerto. La denuncia a las autoridades del hallazgo de polizones significa un dolor de cabeza para las empresas navieras, que deben costear el viaje de regreso de estas personas a sus países de origen y pagar multas.
Pero nadie imaginó que el capitán Florin junto con un grupo de marineros de su misma nacionalidad, todos filipinos, iba a tirar al mar a los muchachos africanos que se habían embarcado en busca de un mejor porvenir. El fallo en el que el juez federal Carlos Vera Barros dictó el procesamiento y la prisión preventiva contra el capitán del buque y cinco marineros parece ser el guión de un film de terror.
PROA A LA MUERTE
Desde que habían amarrado en el puerto congoleño el 3 de julio era la tercera vez que habían hallado polizones. Al primer grupo los detuvieron después de descargar 19 mil toneladas de arroz en el puerto. Estaban por zarpar cuando Florin llamó a la empresa WEM Line SA, de las islas Marshall, pero de capitales filipinos, y les informó algo bastante rutinario en puertos africanos: el hallazgo de dos jóvenes que estaban escondidos en la nave y pretendían viajar de forma ilegal. Desde la compañía, le dieron instrucciones de que los encerrara en una cabina, les suministrara agua y comida, y si era necesario atención médica.
El RM Power comenzó su viaje rumbo a la Argentina, pero antes debía pasar por el puerto práctico de Banana, en el Congo. El 6 de julio, mientras navegaban hacia la salida a alta mar, los marineros filipinos encontraron a otros tres jóvenes africanos, que junto con los otros dos fueron entregados en la terminal a las autoridades congoleñas.
Con la proa apuntando al otro lado del Atlántico, el RM Power inició su periplo a la Argentina, donde debía cargar granos en el puerto de Dreyfus, en Arroyo Seco. La travesía duraría unos 20 días. Pero un día después de zarpar de Banana, los filipinos encontraron a otro grupo de polizones, en otro sector del barco. El capitán les había ordenado a sus marineros de confianza que revisaran todo el buque. Pero la nave es gigante, mide más 190 metros de largo y unos 32 de ancho.
Eran cuatro muchachos y estaban escondidos en la grúa Nº 1 de la tercera bodega. Ya no podían regresar al puerto africano, a devolver al gobierno congoleño a los polizones. Iban a perder un tiempo que no podrían recuperar luego, y debían llegar el 26 de julio a Arroyo Seco.
El capitán Filip Florin, según admitió después en su declaración, ordenó a cinco marineros filipinos de mayor confianza que redujeran a los africanos y que los ataran de pies y manos. También pidió que les pusieran cinta en la boca. Los iban a tirar al mar. Pero antes, uno de los marineros más afines al capitán tomó una masa y les dio a cada uno un golpe en la nuca para desmayarlos. Después, desde la cubierta, los arrojaron al mar. Desaparecieron.
LA VERDAD INOCULTABLE
Esta operación la hicieron sin que otros tripulantes del RM Power los vieran. Pero al poco tiempo, los rumores empezaron a circular en el barco. Los tripulantes rumanos empezaron a hablar entre ellos. Muchos comenzaron a tener miedo. Algunos se arrepentían de habérselo contado a otro compañero.
El marinero rumano Markon Estrope le contó en su camarote al segundo oficial Iulian Berbec de esa misma nacionalidad todo lo que había sucedido ese 7 de julio en alta mar. “Le pregunté si habían cortado los cuerpos para que sangraran porque los tiburones huelen sangre a más de dos millas”, declaró el oficial en los tribunales de Rosario, como si esa práctica terrorífica fuera usual en esas flotas. Estrope negó en un primer momento frente al juez todo lo que había declarado su compatriota, pero después, en un careo terminó por admitirlo.
Estrope contó, incluso, que los filipinos fueron obligados a tirar a los polizones al mar, y que el capitán dio la orden porque les “convenía” económicamente. Berbec recuerda en la causa que un tripulante del barco le contó que la empresa naviera andaba mal a nivel económico y que denunciar la presencia de los polizones le habría “costado mucho dinero”. “Por polizón deben pagar 30 mil dólares para repatriarlos”, señaló Berbec ante el magistrado. “Si realmente se mató a estas personas, esto se hizo por plata, porque desde el punto de vista económico era más barato tirarlos al mar”, declaró ante Vera Barros.
Estrope relató que “unos días antes de llegar a la Argentina, el capitán nos dio de beber whisky” y a los filipinos les dio un discurso en el que decía que “los polizones eran unos tarados”.
SIN RETORNO
Cuando llegaron al puerto de Arroyo Seco, los marineros filipinos le pidieron al capitán Florin que pidiera a la empresa naviera la repatriación. Querían abandonar el barco, pero no tenían dinero para volver a sus hogares. Sus contratos con la firma de las islas Marshall no habían terminado. Desde la empresa de capitales filipinos sospecharon que había sucedido algo extraño. Y le pidieron explicaciones a Florin. El capitán envió un mail a WEM Line SA en el que solicitaba el regreso de los marineros. Luego, se comunicó con un gerente al que le contó lo que había ocurrido, que habían tirado a cuatro polizones al mar, y que él era el responsable de todo. “No sé como pude hacer eso”, le dijo Florin, según el audio de esa conversación que obtuvo la Justicia.
WEM Line SA dio aviso a la Prefectura Naval y el 26 de julio, cuando el barco había amarrado en Arroyo Seco, se llevó a cabo una inspección en el buque, en el que se encontraron restos de materia fecal, botellas con orina, ropa y restos de comida en el compartimento de la hélice, donde supuestamente habían estado los polizones. Pero los prefectos se llevaron una sorpresa. Se enteraron de que el marinero Danilo Fabillar Dumogho había caído al agua. Su cuerpo nunca apareció.
Cuando los efectivos realizaban la búsqueda, Berbec les entregó una nota escrita en inglés con detalles del horror en alta mar. Poco más de 20 días después el juez Vera Barros no dudó en procesarlos y dictarle la prisión preventiva contra Florin y los cinco tripulantes filipinos a los que acusó de ser coautores del delito de homicidio calificado agravado por alevosía. En el fallo, el magistrado dispuso además un embargo de 150 mil pesos contra los procesados.
El procesamiento con prisión preventiva alcanza a Filip Florin, capitán del barco, y los tripulantes Robert Racovita, Stephen Libo-on Nalumen, Vicente Siguan, Harvey Poquita Baladjay y Ryan Comanda Lagumbay.
Fuente: Notiexpress
Impresionante. De peli de miedo
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