El Principado reclamará la puesta en marcha de la regasificadora «a la mayor brevedad posible»
Reconoce que la falta de conexión a la red nacional era «una razón de peso» para la hibernación, pero recuerda que «dejará de serlo» cuando el gasoducto esté listo en dos meses
Era de esperar que el Principado reaccionase a las palabras del secretario general de Enagás, Rafael Piqueras, quien ayer confesó que no cree que el Gobierno central tenga «perspectivas» de poner en funcionamiento la regasificadora de El Musel. Así las cosas, el director general de Minería y Energía, Isaac Pola, informó de que el Ejecutivo regional reclamará la puesta en marcha de la infraestructura -cuyo coste se acercó a los 400 millones de euros-, en cuanto esté finalizado el gasoducto El Musel-Llanera, que según las previsiones de Enagás será antes de que termine el año.
Pola reconoció que «hasta ahora había una razón de muchísimo peso» para la hibernación, «que era que la regasificadora no estaba conectada a la red» nacional. Pero cuando el tubo, cuya construcción comenzó el pasado mes de junio, esté listo para revista «esa razón de peso, indiscutible, ya no estará» y el Principado pedirá que la planta «entre en servicio a la mayor brevedad posible». Otra cosa es que su solicitud cambie en algo los planes del Ministerio de Industria, Energía y Turismo.
Aunque en diciembre de 2013 el Consejo de Ministros aprobó la construcción del gasoducto y, con ello, reactivó las esperanzas de que la regasificadora comenzase a funcionar, tanto desde el Gobierno central como desde Enagás se insistió en que uno de sus principales objetivos era asegurar el suministro en la zona, solventando la saturación de la red de distribución en los municipios de Gijón, Oviedo y Avilés. Punto.
Así que la conexión entre El Musel y la estación de válvulas de Robledo (en el municipio de Llanera) no significa, ni mucho menos, que el equipo de José Manuel Soria cuente con ampliar la actual red en activo. De hecho, los planes de la Administración central siempre han estado bastante influenciados por lo que ocurre más allá de las fronteras españolas.
La regasificadora de Gijón, llamada a ser la séptima del país, fue autorizada en 2009, cuando Rusia cerró la llave a Ucrania por la deuda adquirida con la pública Gazprom y esto provocó cortes de suministro en varios países europeos. Pero el desplome de la economía y del consumo interno hizo, tal y como reconoció Piqueras en las declaraciones realizadas el sábado en Asturias, que con la caída de la demanda «no haya hecho falta nunca». Así que una vez construida, el Ejecutivo de Mariano Rajoy decidió decretar su estado técnico de hibernación.
Al poco de autorizarse la construcción del gasoducto, estalló un nuevo conflicto ruso ucraniano en la península de Crimea, que puso de manifiesto el consenso sobre la necesidad de configurar un nuevo mapa energético para diversificar las fuentes y garantizar el suministro en todo el continente.
España, al ser uno de los pocos países que no depende de Rusia (ni siquiera es uno de sus suministradores), reúne en su sector gasista -formado por seis regasificadoras, siete si se activase la de Gijón- las condiciones para contribuir activamente a evitar nuevos cortes en el continente, convirtiéndose en la puerta de entrada del gas licuado (GNL) que llega a Europa. Hecho que al que también se refirió Piqueras durante su intervención de anteayer. Es un negocio de interés innegable, pero el papel que jugará la planta de Gijón es una incógnita.
De momento, al Principado parece no bastarle que la regasificadora de El Musel pueda utilizarse únicamente para el almacenaje de GNL, como sugirió ayer el secretario general de Enagás. Una labor por debajo de sus posibilidades.
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