miércoles, 12 de noviembre de 2014

Sigue sin solucionarse

EL CULEBRÓN DE TRASMEDITERRANEA

La venta de la Compañía Trasmediterránea, actualmente en manos del grupo Acciona que preside José Manuel Entrecanales, va camino de convertirse en un culebrón con poca gracia cuyo desenlace al parecer nadie conoce. No hay en este país marino, navegante o persona relacionada con el mundo de la mar que no contemple apenado el triste destino de una naviera emblemática, casi centenaria, boyante cuando estaba bien dirigida y gestionada, caída ahora en desgracia a causa de una dirección integrada no por hombres de mar, navieros o empresarios, sino por hombres de papel moneda, formados en escuelas de negocio especializadas en avaricia y en codicia, y con un lema muy simplón: dinero llama a dinero, sólo dinero y nada más que dinero. Lo demás son puñetas.

Aparece por el escenario un grupo inversor, Cerberus Capital Management, con sede en Nueva York y sucursales en Chicago, Francfurt, Londres, Baarn (Holanda) y Madrid, que ha examinado con lupa los entresijos de la naviera tras varios meses de auditoría y que está a la espera de que le sean aceptadas por los muchachos de Entrecanales las leoninas condiciones que ha puesto encima de la mesa. Las intenciones de los cerebros del fondo Cerberus son por el momento inextricables, no se sabe si quieren aventurarse en serio o sólo pretenden despedazar a Trasmediterránea, una vez saneada y libre de personal, sucia tarea que quieren encomendar a los actuales directivos y/o a los correspondientes organismos públicos. En todo caso, los fondos de inversión no engañan a nadie. Buscan ocasiones de invertir para vender y contabilizar beneficios. Son empresarios money money.

Por el espacio revolotea también la sombra del león de las navieras españolas, Adolfo Utor, presidente de Balearia y de la Asociación de Navieros Españoles, a quien no arredran las deudas por abultadas que sean ni las objeciones que plantea un panorama de monopolio en el tráfico marítimo de la Península con las islas Baleares y algunos destinos del norte de África. La vocación naviera de Utor, y de su padrino Abel Matutes, garantizaría, al menos, la continuidad de Trasmediterránea y en ese sentido resulta una opción más que aceptable. Tampoco le vendría mal a la naviera en venta una inyección de liderazgo empresarial como el que transmite el presidente de Balearia, un hombre hecho a sí mismo que sólo por eso ya inspira respeto.

Por los rincones del escenario van apareciendo y desapareciendo otros personajes de variopinta catadura, algunos cargados con buenas intenciones y otros con intenciones a secas.

Un espectáculo sin gracia, como decía, que humedece la vista de los marinos españoles mayores de cuarenta años de edad. Todos, tengo para mí que sin excepción, hemos navegado en Trasmediterránea. Todos confiamos en que no desaparezca de nuestra memoria.

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