martes, 23 de diciembre de 2014

Nuevo monstruo de los océanos

En las entrañas de la embarcación más grande jamás construida
El navío más grande de la historia está siendo construido en Corea del Sur, pero su destino será un yacimiento de gas en la costa australiana.

Subir a la embarcación más grande jamás construida te lleva a un terreno en el que todo es de una escala desconcertantemente enorme y donde la ambición no conoce fronteras.
El Prelude es una plataforma de 448 metros de largo. La mejor manera de comprender esta longitud es compararla con algo más familiar.
Cuatro campos de fútbol, uno detrás de otro, no llegan a alcanzar el largo del Prelude. Tampoco lo haría la Torre Eiffel acostada ni los 443 metros del Empire State de Nueva York.
En términos de volumen las dimensiones también son apabullantes: si tomas seis de los aviones más grandes del mundo y mides la cantidad total de agua que desplazan, sería más o menos equivalente a lo que hace esta embarcación.
Todavía en construcción para el gigante energético Shell, las dimensiones de la plataforma son de por sí impresionantes, pero además evidencian la gran determinación de la industria del gas y el petróleo de abrirse hacia nuevas fuentes de energía.
De color rojo brillante, el Prelude se alza sobre los astilleros de Samsung Heavy Industries en la isla Geoje, en Corea del Sur. Su costado se eleva como si fuera un acantilado y los trabajadores se ven como si fueran hormigas.
Poco después del amanecer grupos de trabajadores -electricistas, soldadores y constructores de andamios- se reúnen para hacer ejercicio y reunión de equipo antes de entrar en ascensores que los suben al equivalente de diez pisos.


A bordo del Prelude, en un bosque de grúas y tuberías, es casi imposible orientarse.
De pie cerca de la proa y mirando hacia atrás, el bloque de alojamiento que se levanta en la popa apenas puede vislumbrarse en la distancia.
Y el astillero, uno de los más grandes del mundo, forma una visión cautivadora, con sus 30.000 empleados trabajando en la infraestructura normalmente invisible que abastece la demana global de combustibles fósiles: decenas de barcos perforadores, tanques de almacenamiento de petróleo y transportadores de gas.
El Prelude no sólo es la estructura más grande en medio de toda esta actividad, es además un proyecto pionero en una nueva manera de llevarle gas del fondo marino a los consumidores que estén dispuestos a pagarlo.
Hasta ahora el gas extraído de pozos en alta mar tenía que ser transportado por tubería hasta tierra firme para ser procesado y después licuado para la exportación.
Normalmente, este proceso implica la construcción de una enorme infraestructura en tierra firme que pueda puficar el gas y después enfriarlo hasta que se haga líquido, convirtiéndose en lo que se llama gas natural licuado o LNG por sus siglas en inglés.
En este estado el gas es 600 veces menor en volumen y por tanto más fácil de transportar en barco.
Y hay mucha demanda de LNG, especialmente en Asia, donde Japón e India constituyen los mercados más hambrientos de energía.
Con el Prelude, Shell ha optado por saltarse el paso de tener que traer el gas a tierra firme.
En su lugar desarrolló un sistema con el que puede hacer ese trabajo de licuación en el mar, concretamente lo hará en un yacimiento de gas a más de 160 kilómetros de distancia de la costa noroccidental de Australia.
Así que el Prelude se convertirá en la primera plataforma flotante de gas natural licuado, o FLNG en la terminología inglesa de la industria.
Desde el punto de vista de Shell, esta estrategia le sirve para ahorrarse el costoso proceso de construir un gasoducto hasta la costa australiana y de levantar una planta procesadora de LNG.
Ambos proyectos podrían tener que enfrentar largas batallas de planificación y requerirían de una multitud de infraestructura en una zona costera remota.
Así que el Prelude vivirá aparcado sobre un yacimiento durante 25 años, se estima.
No será únicamente una plataforma de extracción de gas, sino también una fábrica y un almacén, al que los barcos de transporte se pueden acercar para cargarse de gas natural licuado.
Las animaciones por computadora lo hacen parecer todo muy fácil.
En la práctica, el desafío de ingeniería es inmenso.
Para acelerar su construcción los elementos clave del sistema de procesado del gas se están ensamblando en tierra, antes de ser instalados en la embarcación.
Durante nuestra visita, vimos algo extraordinario: cómo ponían a bordo un módulo de 5.500 toneladas.
Como si se tratara de un puzzle gigantesco, tuvo que encajar en un espacio a la perfección, sobre todo teniendo en cuenta que Shell está planeando construir la planta de procesado de gas natural licuado en una cuarta parte del espacio que normalmente ocuparía en tierra firme.
Su instalación tomó menos de un día, pero claramente todavía queda mucho trabajo por hacer.
Por eso los trabajadores de Shell son evasivos a la hora de dar una fecha en la que el Prelude empiece realmente a trabajar.
Shell asegura que el gas tendrá tanta demanda que los precios se mantendrán en alza lo suficiente como para justificar el costo del Prelude, que aunque no ha sido revelado debe alcanzar los miles de millones.
Pero obviamente hay riesgos. El precio del gas podría colapsar si la economía de China cae en picada o si Japón reanuda la actividad de sus centrales de energía nuclear, cerradas desde el desastre de Fukushima, y de repente necesita menos gas.
Mientras el ascensor nos baja de regreso al muelle, el sol invernal cae sobre el astillero con una luz dorada.
Un convoy de autobuses lleva a los trabajadores de vuelta a casa.
Durante la noche equipos de especialistas comprobarán la fortaleza de las soldaduras y la calidad de los trabajos realizados durante el día.
Nunca antes se ha puesto a prueba un proyecto como este, y como siempre que se hace algo por primera vez, el Prelude no deja de ser una apuesta.

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