lunes, 28 de julio de 2008

Ugarte, buen viaje

Un héroe bajo las estrellas

José Luis de Ugarte falleció ayer a los 79 años tras haber dado dos vueltas al mundo, pasando a la historia de la navegación en solitario
«Durante la noche, varios chubascos endulzaron la cubierta. Desde hace varios días viaja con nosotros un curioso pasajero. Se trata de una garza común que ha tomado la 'Victoria' por su nuevo hogar». José Luis de Ugarte, navegante solitario, murió ayer a los 79 años, después de haber dado dos vueltas al mundo. La que pudo haber sido la tercera -no llegó a completarla- la protagonizó entre 2004 y 2005, como capitán de un barco construido a imagen y semejanza de la nao 'Victoria' de Juan Sebastián Elcano, el primer hombre que circunvaló el globo en el siglo XVI. De Ugarte era un hombre de arranque y genio, pero se emocionó muchas veces en la cubierta de aquella nueva nave, donde enseñó a la tripulación el manejo del sextante. «El silencio nos permite oír cómo el barco surca el mar bajo un sol de justicia», escribió en el diario de a bordo.

Nacido en Getxo en 1928, De Ugarte participó en casi todas las grandes regatas dirigidas a tripulantes solitarios, una modalidad de competición en la que se inició a una edad tardía. En 1991, con 63 años, quedó en novena posición en la BOC Challenge, la principal vuelta al mundo por etapas. Y dos años más tarde culminó en sexto lugar la Vendée Globe, una prueba similar, pero sin escalas. El marino vizcaíno despertó la admiración de sus competidores, muchos de ellos treintañeros, cuando atracó en el puerto francés de Les Sables con la vela hecha jirones. «Cuando me enteré que existía la Vendée Globe supe que tarde o temprano tendría que hacerla», confesó.
A la edad en que otros hombres se jubilan, De Ugarte se enfrentó a dieciocho temporales durante 135 días. Soportó vientos de más de cincuenta nudos y mares encalmados que minaron su resistencia psicológica. Nada más tocar tierra, tuvo unas palabras de recuerdo para los dos competidores que habían muerto en la regata, el norteamericano Mike Plant y el británico Nigel Burgess. Él también había estado a punto de morir en el Atlántico Sur y pensó que le recordarían en el funeral diciendo: «Ha muerto haciendo lo que quería».

Hasta entonces había sido un deportista respetado en el mundo de la navegación, pues había recorrido el Atlántico de este a oeste y había recibido varias distinciones honoríficas en España. Sin embargo, el impacto mediático de la Vendée Globe multiplicó su popularidad. Para los profanos, se convirtió en el hombre al que los fotógrafos retrataban agazapado al timón, solo, embozado en un anorak.

«Nunca imaginé...»

De Ugarte -cuyo funeral se celebrará mañana a las 19.00 horas en la Iglesia de Nuestra Señora de la Las Mercedes, en Las Arenas- tenía dedicada una calle en Getxo. También era cónsul honorífico de Bilbao y había recibido el premio Bizkaia de la Diputación. El Consejo Superior de Deportes le concedió la medalla al mérito deportivo en 1991, y el rey Juan Carlos le entregó la del mérito naval en 1996. De todas esas distinciones, la que más sorprendió al galardonado, a juzgar por su primera reacción, fue la del Ayuntamiento de Getxo. «Nunca imaginé que iban a dar mi nombre a una calle», confesó al recibir la medalla de oro del municipio.

Añoraba el balanceo de la cubierta. Había sido marino mercante desde los 18 años, pero abandonó esa profesión en 1960, dos años después de casarse y justo al nacer la segunda de sus tres hijas. Según confesó posteriormente, aquel trabajo se había transformado en un «refugio de gandules», así que decidió afincarse en Liverpool como proveedor de material naval. Nueve años más tarde, regresó a Vizcaya como representante de una firma comercial y, durante algún tiempo, también fue delegado provincial de la Cruz Roja del Mar, organización que le otorgó su medalla de plata. No era una dedicación nueva para él, pues en Inglaterra también había pertenecido a la Royal National Lifeboat Institution, que se ocupa del salvamento marítimo en aquel país.

Aunque trabajara en tierra, cuando sus obligaciones se lo permitían navegaba en pequeñas embarcaciones, una afición que adquirió de pequeño, cuando practicó la vela, y que acabaría siendo su vocación al cumplir los cuarenta. De Ugarte se había graduado en la Escuela de Náutica de Deusto, donde empezó a estudiar a los 16 años, y su primer destino fue un barco de vapor. A decir verdad, disfrutaba encaramado a cualquier cosa que flotara: podía manejar una vela latina o remar en una canoa. En una ocasión recorrió 1.400 kilómetros del río Madeira, afluente del Amazonas, en compañía de un indígena.

Pero el acontecimiento que cambió su vida tiene el nombre de una constelación: 'Orion'. Así había bautizado el vetusto velero irlandés que compró cuando residía en Liverpool y con el que emprendió sus primeras travesías en solitario. En 1968, un año antes de volver a Vizcaya, zarpó en aquel barco desde Inglaterra rumbo a Bilbao. A la altura del Canal de la Mancha descubrió una vía de agua que le obligó a hacer escala en Douarnenez, un puerto bretón donde se enteró de que había una regata para navegantes solitarios. Era la AZAB, entre el puerto inglés de Falmouth y las Azores.

Tardó once años en inscribirse en aquella prueba. La ganó, por fin, en 1987, aunque para entonces ya había participado en otra exigente competición, la OSTAR, entre Plymouth (Inglaterra) y Newport (Estados Unidos). El siguiente paso, ya en los noventa, fueron las vueltas al mundo de la BOC Challenge y la Vendée Globe, empeños para individuos de los que habla Rudyard Kipling en el poema 'If'. «Si puedes mantener en la ruda pelea /alerta el pensamiento y el músculo tirante,/para emplearlo cuando en ti todo flaquea/menos la voluntad que te dice ¡adelante! (...)/ serás un hombre, hijo mío».

Fuente: el correo

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