después de que un acontecimiento nos marcara.
Aunque han pasado ya más de 3 años desde que tuve el accidente en el Monterreal,
cada vez que paso al lado de algún cabo que está trabajando se me erizan los
pelos de la nuca.
Parece mentira, pero pensándolo y haciendo memoria, aun cuando estoy en las
maniobras con el automático puesto, siempre voy por la parte más segura, nunca
paso por encima de los cabos y miro con respeto a las maquinillas que están
frenadas aguantando.
Recuerdo todavía las primeras maniobra después de volver de la baja, cuando
tenía que realizar la misma maniobra que la vez del accidente, que me ponía como
una moto e, incluso a veces, de los nervios me afloraba alguna lágrima. Menos
mal que eso ya pasó, y solamente queda el escalofrío cuando me acerco a los
cabos.
Como trabaja el subconsciente, aunque nosotros no nos demos cuenta.
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