En un artículo hablando sobre las centrales de ciclo combinado en Interviú, salimos nosotros con los 2 regalos que nos quieren instalar. Aquí os dejo el texto:
Vecinas venenosas
Esta vez no quieren pasar por el aro. Los vecinos de Miranda de Ebro (Burgos) y de Lantarón (Álava) creen que ya tienen demasiada polución y demasiados enfermos. Se oponen a dos nuevas centrales térmicas, que instalarán a sólo cinco kilómetros una de otra, junto a sus casas.
Reportaje por: Karin CABRERA
Fotografías por: Fernando CÁRDENAS03/12/07
Cuando suena la sirena, los niños del pueblo de Lantarón reaccionan ya casi por instinto. Corren a sus casas, cierran puertas y ventanas, encienden la televisión y esperan noticias. Es el protocolo del Plan de Emergencia Química bajo el que viven los habitantes de esa localidad vasca y de sus pedanías colindantes. También es conocido el protocolo en el pueblo vecino, Miranda de Ebro. Tanto el municipio alavés como su contiguo burgalés albergan plantas y factorías químicas, industrias que provocan una aguda degradación urbanística y medioambiental. Y además sus habitantes ven venir más nubes negras en el horizonte desde que saben que sus ayuntamientos negocian la instalación de dos centrales térmicas de ciclo combinado, que producen electricidad quemando gas y fueloil. Dos centrales, no una, y a tan sólo cinco kilómetros entre sí. La del lado burgalés la impulsa Iberdrola, que se ha _ jado en los terrenos de Montefibre (empresa productora de fibra acrílica desde 1973) para levantar una térmica de 1.100 megavatios (Mw) de potencia. Al lado, en el polígono industrial de Lantarón, Gas Natural quiere montar otra central, de 800 Mw. Ambas centrales utilizarían el Ebro para refrigerarse, lo que supone un uso anual de 12 hectómetros cúbicos de agua del río. Tanta como una ciudad de 120.000 habitantes. Mientras el proyecto de Miranda sigue en fase de alegación, el jueves pasado Gas Natural firmó el acuerdo con el Ayuntamiento de Lantarón, ante la decepción de sus vecinos. La empresa catalana asegura a interviú que está abierta a dialogar con los lantaroneses. Iberdrola, por su parte, elude pronunciarse sobre la polémica en Miranda: “Aún no está construida la central”, dice un portavoz.
“Por si ya tuviéramos poco peligro y contaminación, a nuestros gobernantes se les ha ocurrido esta genial idea: ¡dos térmicas a menos de cinco kilómetros de distancia!”, se lamenta Isabel Amigo, integrante de la plataforma Térmicas No. Miranda y Lantarón. En 2006, la desgracia se instaló en la familia de Isabel: a su madre le diagnosticaron cáncer de mama; a su padre, cáncer de próstata. “Pocas familias de aquí se libran –dice Isabel–. En Miranda, a pesar de no haberse hecho nunca un estudio epidemio lógico, sabemos que las tasas de cáncer son altísimas”. Lo corrobora Gregorio Valverde, veterano de las químicas mirandesas de los 80, a quien un cáncer le está amargando la jubilación. Él al menos tiene la suerte de resistir: en sólo cuatro años, la enfermedad ha matado a seis compañeros suyos.
Según informes de la Junta de Castilla y León, Miranda de Ebro ha superado por cuarto año consecutivo el nivel de contaminación atmosférica admisible (que fija el Real Decreto 1.073/2002, de 18 de octubre). La ley admite que las partículas en suspensión en el aire superen el límite sólo 35 veces por año. En 2006 Miranda sobrepasó el límite en 56 ocasiones. “Es sólo un dato más de la nula preocupación que muestran nuestros alcaldes”, añade Isabel. “Parecen además no hacer caso de la opinión de sus pueblos”, completa su compañera de plataforma Ana Martínez, también enfermera. Ambas trabajan en el hospital de Miranda.
Los pasados 4 y 5 de noviembre se celebró en Miranda una suerte de referéndum para conocer la opinión de los afectados. Participó un 36,6 por ciento del censo, es decir, 12.291 de un total de 33.567 personas. Los votos en contra de la central térmica fueron 11.866; los votos a favor, 402. “Creo que con esto ha quedado muy clara la postura de los mirandeses, ¿no?”, dice Casto García, concejal de IU en Miranda. IU pactó con el PSOE para formar gobierno, a condición de oponerse al proyecto de las térmicas. Pero, según IU, el PSOE no está haciendo lo suficiente.
interviú ha intentado recabar la opinión de los alcaldes de ambos pueblos, pero el mirandés, Fernando Campo (PSOE), tiene una agenda apretada que le impide conceder entrevistas, y el de Lantarón, Jesús Barredo (PNV), no tiene interés en hablar con ningún medio: “No tengo las cosas claras”, alega. Esta reacción no sorprende a los vecinos consultados: “Estamos cansados del poco interés que muestran por nosotros y por el medio ambiente, y de las largas que nos dan”, comenta Isabel.
Mari Carmen Gómez es propietaria de un restaurante en Miranda, aunque vive en Lantarón. Ella también votó en contra de las centrales térmicas. “Es un tema que me tiene preocupadísima. Tengo una hija de seis años que nació sanísima y, casualmente, cuando me fui a vivir a Lantarón, hace dos años, la niña empezó con ataques de asma –explica–. Ni mi marido ni yo teníamos asma y ahora sí. Estaba con corticoides, pero al quedar embarazada los he tenido que dejar. No sé qué va a pasar. Si ponen las centrales térmicas, no sé qué haría. Debería irme, pero no es tan fácil”.
Charo Díez, vicepresidenta de la APA del Instituto Fray Pedro de Urbina, lo tiene más claro. “Yo trabajo con enfermos –es enfermera en el Hospital Santiago Apóstol de Miranda– y veo cómo aumentan las patologías respiratorias, dermatológicas, cardiacas, las alergias, las asmas infantiles y hasta la leucemia. Los agentes químicos también afectan neurológicamente. Quizá por eso las depresiones, sobre todo entre gente joven, están creciendo tanto en Miranda”. Nadie, ni siquiera Charo, se atreve a culpar a la contaminación de esos males, “pero todos sabemos que tiene algo que ver. Yo, como pongan las térmicas, me marcho con mi familia. No puedo poner en peligro la vida de mis hijos”, dice rotunda.
Pero no es sólo la salud humana; también la de los animales, la de la tierra, la del río Ebro, que abastece a ambas poblaciones. Diego Zárate vive en Suzana, pedanía de Miranda. En sus 30 años de vida siempre le ha rodeado el mismo paisaje cargado de fábricas. Cuando él y sus vecinos supieron que pretendían instalar dos centrales térmicas en los alrededores, presentaron 70 alegaciones en contra de la central de Miranda. Contra la de Lantarón no, porque “aunque Lantarón esté más cerca de nuestras casas, no tenemos derecho ni a opinar; nosotros pertenecemos a Miranda. Si ponen la central térmica de Lantarón, mis cultivos estarán a sólo 200 metros”. Pero Zárate no puede hacer mucho. Lantarón está ahí al lado, pero no es el mismo municipio, ni la misma provincia, ni siquiera la misma región: ya no es Castilla, sino Euskadi. En el tiempo que lleva en el campo, Diego Zárate ha notado cambios desfavorables, tanto en el clima como en la tierra. “Cada vez hay más granizos, más nieblas –dice, quizá sin saber que los detractores de las térmicas aseguran que su actividad aumenta un 20 por ciento las nieblas–. Si nadie potencia las tierras tan buenas que tenemos, en este gremio nos vamos a quedar cuatro”.
No es el caso de las veterinarias mirandesas Ana Guinea y Victoria Bravo. “Cada vez tenemos más pacientes, sobre todo perros, con toses, traqueobronquitis, neumonías, que han aumentado en los últimos años”. No les respaldan estudios científicos, pero ellas relacionan muchas de esas patologías con la contaminación medioambiental. “No tenemos estudios científicos, pero sí leyes –añade Ana Martínez, la enfermera mirandesa–. Según el artículo 45 de la Constitución, todos tenemos derecho a un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, y los poderes públicos deben velar por la calidad de vida y defender el medio ambiente. Aquí eso no se está cumpliendo, pero no será porque no luchemos”.
Qué sale de las chimeneas
• Las térmicas de Miranda y Lantarón quemarán gas natural y, si les falta, gasoil. Según cálculos de la plataforma madrileña Sureste Aire Limpio, las chimeneas de una planta de 800 Mw (como la prevista para Lantarón) emiten aproximadamente:
• 250 kilos de óxidos de nitrógeno por cada hora de funcionamiento normal con gas.
• 290 toneladas de CO2 cada hora. Es el principal causante del cambio climático.
• 438 kilos de óxidos de nitrógeno y 507 de dióxido de azufre por cada hora de funcionamiento con gasoil.
• Hasta el 10 por ciento de las enfermedades de las vías respiratorias en niños y el 19 por ciento de los casos de reducción de la función pulmonar están asociados a la contaminación, según el Centro Europeo de Medio Ambiente y Salud de la OMS. El óxido de nitrógeno produce enfermedades respiratorias crónicas. Se cree que el ozono puede debilitar el sistema inmunológico del aparato respiratorio. El dióxido de azufre ocasiona irritaciones oculares, rinitis, sinusitis, faringitis... y el monóxido de carbono provoca estrés en el sistema cardiovascular.
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Fotografías por: Fernando CÁRDENAS03/12/07
Cuando suena la sirena, los niños del pueblo de Lantarón reaccionan ya casi por instinto. Corren a sus casas, cierran puertas y ventanas, encienden la televisión y esperan noticias. Es el protocolo del Plan de Emergencia Química bajo el que viven los habitantes de esa localidad vasca y de sus pedanías colindantes. También es conocido el protocolo en el pueblo vecino, Miranda de Ebro. Tanto el municipio alavés como su contiguo burgalés albergan plantas y factorías químicas, industrias que provocan una aguda degradación urbanística y medioambiental. Y además sus habitantes ven venir más nubes negras en el horizonte desde que saben que sus ayuntamientos negocian la instalación de dos centrales térmicas de ciclo combinado, que producen electricidad quemando gas y fueloil. Dos centrales, no una, y a tan sólo cinco kilómetros entre sí. La del lado burgalés la impulsa Iberdrola, que se ha _ jado en los terrenos de Montefibre (empresa productora de fibra acrílica desde 1973) para levantar una térmica de 1.100 megavatios (Mw) de potencia. Al lado, en el polígono industrial de Lantarón, Gas Natural quiere montar otra central, de 800 Mw. Ambas centrales utilizarían el Ebro para refrigerarse, lo que supone un uso anual de 12 hectómetros cúbicos de agua del río. Tanta como una ciudad de 120.000 habitantes. Mientras el proyecto de Miranda sigue en fase de alegación, el jueves pasado Gas Natural firmó el acuerdo con el Ayuntamiento de Lantarón, ante la decepción de sus vecinos. La empresa catalana asegura a interviú que está abierta a dialogar con los lantaroneses. Iberdrola, por su parte, elude pronunciarse sobre la polémica en Miranda: “Aún no está construida la central”, dice un portavoz.
“Por si ya tuviéramos poco peligro y contaminación, a nuestros gobernantes se les ha ocurrido esta genial idea: ¡dos térmicas a menos de cinco kilómetros de distancia!”, se lamenta Isabel Amigo, integrante de la plataforma Térmicas No. Miranda y Lantarón. En 2006, la desgracia se instaló en la familia de Isabel: a su madre le diagnosticaron cáncer de mama; a su padre, cáncer de próstata. “Pocas familias de aquí se libran –dice Isabel–. En Miranda, a pesar de no haberse hecho nunca un estudio epidemio lógico, sabemos que las tasas de cáncer son altísimas”. Lo corrobora Gregorio Valverde, veterano de las químicas mirandesas de los 80, a quien un cáncer le está amargando la jubilación. Él al menos tiene la suerte de resistir: en sólo cuatro años, la enfermedad ha matado a seis compañeros suyos.
Según informes de la Junta de Castilla y León, Miranda de Ebro ha superado por cuarto año consecutivo el nivel de contaminación atmosférica admisible (que fija el Real Decreto 1.073/2002, de 18 de octubre). La ley admite que las partículas en suspensión en el aire superen el límite sólo 35 veces por año. En 2006 Miranda sobrepasó el límite en 56 ocasiones. “Es sólo un dato más de la nula preocupación que muestran nuestros alcaldes”, añade Isabel. “Parecen además no hacer caso de la opinión de sus pueblos”, completa su compañera de plataforma Ana Martínez, también enfermera. Ambas trabajan en el hospital de Miranda.
Los pasados 4 y 5 de noviembre se celebró en Miranda una suerte de referéndum para conocer la opinión de los afectados. Participó un 36,6 por ciento del censo, es decir, 12.291 de un total de 33.567 personas. Los votos en contra de la central térmica fueron 11.866; los votos a favor, 402. “Creo que con esto ha quedado muy clara la postura de los mirandeses, ¿no?”, dice Casto García, concejal de IU en Miranda. IU pactó con el PSOE para formar gobierno, a condición de oponerse al proyecto de las térmicas. Pero, según IU, el PSOE no está haciendo lo suficiente.
interviú ha intentado recabar la opinión de los alcaldes de ambos pueblos, pero el mirandés, Fernando Campo (PSOE), tiene una agenda apretada que le impide conceder entrevistas, y el de Lantarón, Jesús Barredo (PNV), no tiene interés en hablar con ningún medio: “No tengo las cosas claras”, alega. Esta reacción no sorprende a los vecinos consultados: “Estamos cansados del poco interés que muestran por nosotros y por el medio ambiente, y de las largas que nos dan”, comenta Isabel.
Mari Carmen Gómez es propietaria de un restaurante en Miranda, aunque vive en Lantarón. Ella también votó en contra de las centrales térmicas. “Es un tema que me tiene preocupadísima. Tengo una hija de seis años que nació sanísima y, casualmente, cuando me fui a vivir a Lantarón, hace dos años, la niña empezó con ataques de asma –explica–. Ni mi marido ni yo teníamos asma y ahora sí. Estaba con corticoides, pero al quedar embarazada los he tenido que dejar. No sé qué va a pasar. Si ponen las centrales térmicas, no sé qué haría. Debería irme, pero no es tan fácil”.
Charo Díez, vicepresidenta de la APA del Instituto Fray Pedro de Urbina, lo tiene más claro. “Yo trabajo con enfermos –es enfermera en el Hospital Santiago Apóstol de Miranda– y veo cómo aumentan las patologías respiratorias, dermatológicas, cardiacas, las alergias, las asmas infantiles y hasta la leucemia. Los agentes químicos también afectan neurológicamente. Quizá por eso las depresiones, sobre todo entre gente joven, están creciendo tanto en Miranda”. Nadie, ni siquiera Charo, se atreve a culpar a la contaminación de esos males, “pero todos sabemos que tiene algo que ver. Yo, como pongan las térmicas, me marcho con mi familia. No puedo poner en peligro la vida de mis hijos”, dice rotunda.
Pero no es sólo la salud humana; también la de los animales, la de la tierra, la del río Ebro, que abastece a ambas poblaciones. Diego Zárate vive en Suzana, pedanía de Miranda. En sus 30 años de vida siempre le ha rodeado el mismo paisaje cargado de fábricas. Cuando él y sus vecinos supieron que pretendían instalar dos centrales térmicas en los alrededores, presentaron 70 alegaciones en contra de la central de Miranda. Contra la de Lantarón no, porque “aunque Lantarón esté más cerca de nuestras casas, no tenemos derecho ni a opinar; nosotros pertenecemos a Miranda. Si ponen la central térmica de Lantarón, mis cultivos estarán a sólo 200 metros”. Pero Zárate no puede hacer mucho. Lantarón está ahí al lado, pero no es el mismo municipio, ni la misma provincia, ni siquiera la misma región: ya no es Castilla, sino Euskadi. En el tiempo que lleva en el campo, Diego Zárate ha notado cambios desfavorables, tanto en el clima como en la tierra. “Cada vez hay más granizos, más nieblas –dice, quizá sin saber que los detractores de las térmicas aseguran que su actividad aumenta un 20 por ciento las nieblas–. Si nadie potencia las tierras tan buenas que tenemos, en este gremio nos vamos a quedar cuatro”.
No es el caso de las veterinarias mirandesas Ana Guinea y Victoria Bravo. “Cada vez tenemos más pacientes, sobre todo perros, con toses, traqueobronquitis, neumonías, que han aumentado en los últimos años”. No les respaldan estudios científicos, pero ellas relacionan muchas de esas patologías con la contaminación medioambiental. “No tenemos estudios científicos, pero sí leyes –añade Ana Martínez, la enfermera mirandesa–. Según el artículo 45 de la Constitución, todos tenemos derecho a un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, y los poderes públicos deben velar por la calidad de vida y defender el medio ambiente. Aquí eso no se está cumpliendo, pero no será porque no luchemos”.
Qué sale de las chimeneas
• Las térmicas de Miranda y Lantarón quemarán gas natural y, si les falta, gasoil. Según cálculos de la plataforma madrileña Sureste Aire Limpio, las chimeneas de una planta de 800 Mw (como la prevista para Lantarón) emiten aproximadamente:
• 250 kilos de óxidos de nitrógeno por cada hora de funcionamiento normal con gas.
• 290 toneladas de CO2 cada hora. Es el principal causante del cambio climático.
• 438 kilos de óxidos de nitrógeno y 507 de dióxido de azufre por cada hora de funcionamiento con gasoil.
• Hasta el 10 por ciento de las enfermedades de las vías respiratorias en niños y el 19 por ciento de los casos de reducción de la función pulmonar están asociados a la contaminación, según el Centro Europeo de Medio Ambiente y Salud de la OMS. El óxido de nitrógeno produce enfermedades respiratorias crónicas. Se cree que el ozono puede debilitar el sistema inmunológico del aparato respiratorio. El dióxido de azufre ocasiona irritaciones oculares, rinitis, sinusitis, faringitis... y el monóxido de carbono provoca estrés en el sistema cardiovascular.
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