Trabajadores de astilleros brasileños temen quedarse "a ver navíos"
El sector asiste en estos momentos con incredulidad a sucesivos procesos de reestructuración de plantillas en algunos de sus principales astilleros.
"Se trata de la mayor caída en el sector en los últimos quince años", señala a Efe el responsable de comunicación del Sindicato Nacional de la Industria de Construcción y Reparación Naval y Offshore (Sinaval), Ivan Leão.
Según datos de esta patronal, el número de trabajadores en el sector cayó desde los 82.472 empleados en diciembre de 2014 hasta 68.000 en junio de 2015; dato aún más significativo si se tiene en cuenta que hace sólo diez años el montante total de puestos de trabajos generados por esta industria era de apenas 14.442.
Desde enero pasado, el Astillero Paraguaçu, en Bahía, ha despedido a más de 3.000 trabajadores; y el Astillero Atlántico Sul, en Pernambuco, ha rescindido el contrato a 2.400 empleados.
El último en sumarse a esta lista negra es el Astillero Eisa Petro Um, conocido como el Astillero Mauá, en funcionamiento desde 1845 y que, de hecho, es el más antiguo del país.
Este astillero despidió a cerca de 1.000 personas el pasado 26 de mayo y hace apenas una semana otros 2.000 fueron dispensados temporalmente de su trabajo.
"Fui dispensado el jueves pasado sin ninguna justificación", se lamentó Leonardo Martins, uno de los soldadores de este astillero, durante la marcha de protesta realizada hoy por unos mil trabajadores entre la puerta de los astilleros hasta la sede de la empresa Petrobras, en el centro de Río de Janeiro.
El destino de esta marcha no es casual, ya que la actual crisis que atraviesa Petrobras, que se encuentra envuelta en un enorme escándalo de corrupción, es señalada por muchos como uno de los tres principales motivos de la actual situación del sector naval.
Esta compañía pública, mayor empresa del país, es uno de los principales clientes del sector. Por ese motivo su decisión de reducir en un 37 % su inversión en este sector supone un terrible contratiempo para la industria naval.
Para tener una idea de la importancia de esta medida, basta señalar que de las 324 encomiendas que tienen en este momento los astilleros brasileños, 26 son de buques petroleros, 28 de sondas de perforación y 15 de plataformas de producción para esta empresa.
"El problema no es de demanda. Es de gestión", declaró a Efe el presidente de la Confederación Nacional de los Metalúrgicos, Paulo Cayres, quien acusó tanto al Gobierno como a Petrobras de una corrupción que acaban pagando los trabajadores.
Otra de las medidas que ha afectado al sector es el ajuste fiscal que ha tenido que aplicar el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y que ha supuesto un recorte de 23.315 millones de dólares en el gasto público para 2015.
Esta situación de crisis ha obligado al Ministerio de Defensa a abandonar el programa Prosuper, que contemplaba la compra de once buques de guerra que tendrían que haber sido fabricados en astilleros brasileños.
Otra causa, que históricamente ha afectado a todos los países que han avanzado en sus conquistas sociales, es la internacionalización de la producción en aras de la reducción de los costes.
Pese a ser uno de los principales socios comerciales de Brasil, China se ha convertido en la gran amenaza del sector naval brasileño.
"Debido a la débil actuación del Estado en la regulación del transporte marítimo en la costa brasileña, grandes operadoras internacionales dominan el mercado sin ningún compromiso de construcción local", señala Sinaval en su 'Balance de 2014 y Previsión para 2015'.
El presidente del Sindicato de los Metalúrgicos de Niteroi e Itaboraí, Edson Carlos Rocha, no se resigna y dijo a Efe que luchará para "que los navíos de Brasil sean exportados para China, para Corea o para cualquier lugar del mundo".
Mientras tanto, como señaló con sorna un montador de andamios del Eisa Petro Um, que pidió ser identificado sólo como Deivid, los trabajadores del astillero se quedarán "a ver navíos", una expresión brasileña que describe lo que hacen aquellas personas que no tienen nada que hacer.
"Se trata de la mayor caída en el sector en los últimos quince años", señala a Efe el responsable de comunicación del Sindicato Nacional de la Industria de Construcción y Reparación Naval y Offshore (Sinaval), Ivan Leão.
Según datos de esta patronal, el número de trabajadores en el sector cayó desde los 82.472 empleados en diciembre de 2014 hasta 68.000 en junio de 2015; dato aún más significativo si se tiene en cuenta que hace sólo diez años el montante total de puestos de trabajos generados por esta industria era de apenas 14.442.
Desde enero pasado, el Astillero Paraguaçu, en Bahía, ha despedido a más de 3.000 trabajadores; y el Astillero Atlántico Sul, en Pernambuco, ha rescindido el contrato a 2.400 empleados.
El último en sumarse a esta lista negra es el Astillero Eisa Petro Um, conocido como el Astillero Mauá, en funcionamiento desde 1845 y que, de hecho, es el más antiguo del país.
Este astillero despidió a cerca de 1.000 personas el pasado 26 de mayo y hace apenas una semana otros 2.000 fueron dispensados temporalmente de su trabajo.
"Fui dispensado el jueves pasado sin ninguna justificación", se lamentó Leonardo Martins, uno de los soldadores de este astillero, durante la marcha de protesta realizada hoy por unos mil trabajadores entre la puerta de los astilleros hasta la sede de la empresa Petrobras, en el centro de Río de Janeiro.
El destino de esta marcha no es casual, ya que la actual crisis que atraviesa Petrobras, que se encuentra envuelta en un enorme escándalo de corrupción, es señalada por muchos como uno de los tres principales motivos de la actual situación del sector naval.
Esta compañía pública, mayor empresa del país, es uno de los principales clientes del sector. Por ese motivo su decisión de reducir en un 37 % su inversión en este sector supone un terrible contratiempo para la industria naval.
Para tener una idea de la importancia de esta medida, basta señalar que de las 324 encomiendas que tienen en este momento los astilleros brasileños, 26 son de buques petroleros, 28 de sondas de perforación y 15 de plataformas de producción para esta empresa.
"El problema no es de demanda. Es de gestión", declaró a Efe el presidente de la Confederación Nacional de los Metalúrgicos, Paulo Cayres, quien acusó tanto al Gobierno como a Petrobras de una corrupción que acaban pagando los trabajadores.
Otra de las medidas que ha afectado al sector es el ajuste fiscal que ha tenido que aplicar el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff y que ha supuesto un recorte de 23.315 millones de dólares en el gasto público para 2015.
Esta situación de crisis ha obligado al Ministerio de Defensa a abandonar el programa Prosuper, que contemplaba la compra de once buques de guerra que tendrían que haber sido fabricados en astilleros brasileños.
Otra causa, que históricamente ha afectado a todos los países que han avanzado en sus conquistas sociales, es la internacionalización de la producción en aras de la reducción de los costes.
Pese a ser uno de los principales socios comerciales de Brasil, China se ha convertido en la gran amenaza del sector naval brasileño.
"Debido a la débil actuación del Estado en la regulación del transporte marítimo en la costa brasileña, grandes operadoras internacionales dominan el mercado sin ningún compromiso de construcción local", señala Sinaval en su 'Balance de 2014 y Previsión para 2015'.
El presidente del Sindicato de los Metalúrgicos de Niteroi e Itaboraí, Edson Carlos Rocha, no se resigna y dijo a Efe que luchará para "que los navíos de Brasil sean exportados para China, para Corea o para cualquier lugar del mundo".
Mientras tanto, como señaló con sorna un montador de andamios del Eisa Petro Um, que pidió ser identificado sólo como Deivid, los trabajadores del astillero se quedarán "a ver navíos", una expresión brasileña que describe lo que hacen aquellas personas que no tienen nada que hacer.
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