lunes, 28 de mayo de 2012

A chirona

Condenan a prisión a capitán de un barco que encalló en Nueva Zelanda

El Capitán y el Primer Oficial del buque portacontenedores que encalló sobre un arrecife frente a las costas de Nueva Zelanda fueron condenados a siete meses de prisión.

Los oficiales, de nacionalidad filipina, estaban a cargo del buque de bandera liberiana “RENA”, cuando se produjo la varadura a fines del año pasado, liberándose una cantidad de combustible que mató a miles de aves marinas y contaminó las playas en la prístina Bahía Plenty ubicada en el norte de la isla. Fue el mayor desastre de polución registrado en Nueva Zelanda.

El Capitán Mauro Balomaga y el oficial de navegación Leonil Relon se declararon culpables en febrero, respecto de un abanico de cargos que incluyeron el intento de tergiversar el curso de la justicia mediante la alteración de los registros de navegación, luego de producido el accidente.

Ambos admitieron también que operaron el barco de manera peligrosa y que se descargaron sustancias peligrosas del mismo.

Los fiscales sostuvieron ante la Corte del Distrito de Tauranga, que los acusados ignoraron prácticas básicas de la navegación, al intentar tomar un atajo para llegar a puerto a primeras horas del 5 de octubre último.

El director de Asuntos Marítimos de Nueva Zelanda, Keith Manch, celebró la sentencia, afirmando que los oficiales de a bordo deben responder por sus acciones. “Esta varadura ha tenido consecuencias significativas para la comunidad de Bahía Plenty, y para todo el país”, sostuvo.

El “RENA” encalló sobre el Arrecife Astrolabe ubicado a 22 km de la costa, cuando navegaba con buenas condiciones de tiempo y a máxima velocidad, con rumbo al puerto de contenedores neocelandés de Tauranga. En tal circunstancia quedó encajado sobre las rocas sumergidas.

Más de 300 toneladas de fueloil se derramaron desde el buque, creándose una lámina de combustible de kilómetros de longitud, que se esparció sobre las playas de un popular centro turístico, y cubrió de petróleo a las aves.

El ministro de Ambiente Nick Smith describió el incidente como la peor catástrofe de contaminación ocurrida en Nueza Zelanda.

El accidente disparó la furia del público y requirió una peligrosa operación de salvamento, en la que fue necesaria una riesgosa tarea contra reloj para bombear el combustible remanente en los tanques del barco, a la vista de la llegada de un temporal, que contribuiría a romper el buque, abriéndole profundas rajaduras en el casco.

Un ejército de 5.000 voluntarios fue movilizado para limpiar las costas de la bahía, que incluye reservas marinas y que rebosan de vida silvestre, incluyendo ballenas, delfines, pingüinos, lobos y raras aves marinas.

Finalmente, en enero el buque se partió en dos sobre el arrecife, hundiéndose la sección de popa. Esto complicó las tareas de salvamento, que todavía continúan para tratar de remover los contenedores que quedan en la sección de proa.

Manch dijo que Balomaga y Relon alteraron el rumbo del “RENA” sin verificar los peligros que se cernían sobre la nueva derrota, y que no supieron advertir el verdadero peligro del arrecife, cuando éste se reflejó en el radar del buque. Los oficiales, descartaron la detección evaluando que se trataba de “falsos ecos” o pequeñas embarcaciones.

El funcionario agregó que los dos oficiales trataron de cubrir sus acciones, falseando los registros de navegación. “Esta falta es también muy seria, porque ha causado verdadera confusión a los investigadores a la hora de reconstruir los eventos que llevaron a la varadura”, dijo.

El gobierno ha estimado que el costo total de la limpieza ascenderá a alrededor de USD 100 millones. La mayor parte de esta suma, será afrontada por el propietario del “RENA” la compañía griega Costamare Shipping y sus aseguradores.

Un grupo de apoyo de marinos filipinos dijo que los propietarios del buque deberían compartir la culpa por el desastre.

Edwin de la Cruz, presidente del Centro de Apoyo de Manila de la organización Gente de Mar Internacional, reclamó a los investigadores que consideren la hipótesis de que el armador haya ordenado al capitán alterar el rumbo para ahorrar combustible. “El capitán no debe convertirse en un chivo expiatorio, porque no es posible que haya actuado sin recibir órdenes”, sugirió De la Cruz, agregando que “los actos del capitán son actos de los armadores”.

El dirigente recordó que hay 380.000 marinos filipinos a bordo de la flota mercante mundial en todo momento, y que han constituido la nacionalidad mayoritaria durante los últimos 25 años. 
Fuente: Nuestro mar

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