La antigua estación del ferrocarril afronta su reforma más importante en 140 años
El edificio será recuperado como acceso aunque su uso final está condicionado al proyecto del AVE
El entorno de la plaza de la Estación afronta la última fase de una reforma global que arrancó hace ya tres años con la terminal de autobuses; ha continuado con el rediseño de la propia plaza; y está centrada en estos momentos en la recuperación de un lugar clave: el viejo centro de recepción de pasajeros. La antigua Estación de Ferrocarril de Segunda Clase, como se conoce a este inmueble, está inmersa en los trabajos de rehabilitación de fachadas y cubiertas que posibilitarán su vuelta a la actividad. Se plantea como una nueva entrada a los andenes a la espera, eso sí, de que se concrete más la que sería parada de la Alta Velocidad.
El equipo de trabajo que ha redactado una recuperación que persigue «el mejor conocimiento y una nueva puesta en valor» ha estado integrado por arquitectos pero también por profesionales de la historia del arte y la geología. Así se recoge en la memoria del mismo. La idea de partida parece evidente: «Frenar su deterioro, sobre todo en su envolvente exterior».
550.462 euros será el coste final de una actuación financiada con el 1% Cultural y que deberá quedar concluida antes de diez meses y que supondrá no sólo un lavado de cara al edificio, también su consolidación como una pieza singular del gran entramado ferroviario de Miranda.
Durante décadas ha sido, simplemente, un almacén. Y de forma más reciente apenas si se utilizaban algunas de sus estancias debido al estado deterioro que se apreciaba en algunos espacios principales. El inmueble data del año 1863 y, desde 2005, se incorporó a la lista de bienes patrimoniales de Miranda, con un nivel de protección estructural.
Está dividido en dos plantas y «un cuerpo saliente en el eje que resalta su simetría», se apunta en la descripción técnica que se recoge en ese catálogo del Plan General de Ordenación Urbana. Por ser la imagen más visible de la estación, al encontrarse en el centro de la plaza de acceso, su puesta en valor ha sido una demanda insistente de la ciudad.
El inmueble se atribuye al mismo arquitecto que ha sido responsable de la construcción del cuerpo central -ocupado hoy por el área de taquillas, hall y cafetería-. Se trata del el ingeniero de la línea Tudela-Bilbao, Charles Vignoles, considerado como una de los creadores más importantes en la arquitectura ferroviaria.
Sin productos abrasivos
Su cara interior da directamente a uno de los andenes. Y el uso más reciente que ha tenido parte del edificio en ese punto, ha sido el de los aseos públicos. Si bien su sobriedad estética no le hace destacar, sí guarda líneas similares a las de la estación actual, algo que se aprecia fundamentalmente en su tejado.
Finalizada la fase de andamiaje, los obreros procederán a consolidar las zonas más dañadas para evitar que se produzcan desprendimientos o fracturas «fundamentalmente cuando se eliminen los morteros de cemento». Una vez se eliminen los revestimientos se limpiará la piedra «preferentemente en seco» y en las áreas más sensibles, se tirará de brocha o pincel de distintas durezas «descartando los cepillos metálicos o el uso de productos fuertemente abrasivos».
El material que se repondrá deberá seguir el mismo criterio que el existente «roca caliza arenosa o arenita calcárea». Los trabajos de albañilería, cantería, limpieza, consolidación y reparación de la fachada han sido valorados en alrededor de 88.000 euros, mientras que el coste más elevado del proyecto lo generará el cambio de los tejados.
La utilización de estructuras de madera en áreas salientes, las reparaciones, refuerzos, pinturas y tratamientos de conservación absorberán casi 124.000 euros del presupuesto. A todo lo anterior habrá que añadir las actuaciones en el interior, que incluyen nueva fontanería, vidrieras, suelo y remozado de tabiques, entre otros.
Fuente: el correo
El equipo de trabajo que ha redactado una recuperación que persigue «el mejor conocimiento y una nueva puesta en valor» ha estado integrado por arquitectos pero también por profesionales de la historia del arte y la geología. Así se recoge en la memoria del mismo. La idea de partida parece evidente: «Frenar su deterioro, sobre todo en su envolvente exterior».
550.462 euros será el coste final de una actuación financiada con el 1% Cultural y que deberá quedar concluida antes de diez meses y que supondrá no sólo un lavado de cara al edificio, también su consolidación como una pieza singular del gran entramado ferroviario de Miranda.
Durante décadas ha sido, simplemente, un almacén. Y de forma más reciente apenas si se utilizaban algunas de sus estancias debido al estado deterioro que se apreciaba en algunos espacios principales. El inmueble data del año 1863 y, desde 2005, se incorporó a la lista de bienes patrimoniales de Miranda, con un nivel de protección estructural.
Está dividido en dos plantas y «un cuerpo saliente en el eje que resalta su simetría», se apunta en la descripción técnica que se recoge en ese catálogo del Plan General de Ordenación Urbana. Por ser la imagen más visible de la estación, al encontrarse en el centro de la plaza de acceso, su puesta en valor ha sido una demanda insistente de la ciudad.
El inmueble se atribuye al mismo arquitecto que ha sido responsable de la construcción del cuerpo central -ocupado hoy por el área de taquillas, hall y cafetería-. Se trata del el ingeniero de la línea Tudela-Bilbao, Charles Vignoles, considerado como una de los creadores más importantes en la arquitectura ferroviaria.
Sin productos abrasivos
Su cara interior da directamente a uno de los andenes. Y el uso más reciente que ha tenido parte del edificio en ese punto, ha sido el de los aseos públicos. Si bien su sobriedad estética no le hace destacar, sí guarda líneas similares a las de la estación actual, algo que se aprecia fundamentalmente en su tejado.
Finalizada la fase de andamiaje, los obreros procederán a consolidar las zonas más dañadas para evitar que se produzcan desprendimientos o fracturas «fundamentalmente cuando se eliminen los morteros de cemento». Una vez se eliminen los revestimientos se limpiará la piedra «preferentemente en seco» y en las áreas más sensibles, se tirará de brocha o pincel de distintas durezas «descartando los cepillos metálicos o el uso de productos fuertemente abrasivos».
El material que se repondrá deberá seguir el mismo criterio que el existente «roca caliza arenosa o arenita calcárea». Los trabajos de albañilería, cantería, limpieza, consolidación y reparación de la fachada han sido valorados en alrededor de 88.000 euros, mientras que el coste más elevado del proyecto lo generará el cambio de los tejados.
La utilización de estructuras de madera en áreas salientes, las reparaciones, refuerzos, pinturas y tratamientos de conservación absorberán casi 124.000 euros del presupuesto. A todo lo anterior habrá que añadir las actuaciones en el interior, que incluyen nueva fontanería, vidrieras, suelo y remozado de tabiques, entre otros.
Fuente: el correo
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