Los pasos
Han sido distintos los gobiernos que lo han planteado y, sin embargo, el derrumbe de todo cuanto estaba hecho y preparado para mejorar la radiocomunicación marítima ha ido, paso a paso, siguiendo ese que ahora denominan libro de ruta y que, curiosamente, nada mejora sino todo lo contrario.
Porque los pasos están perfectamente establecidos. Diseñados de común acuerdo entre los responsables del hoy Ministerio de Fomento, Dirección General de la Marina Mercante y Servicio de Salvamento Marítimo Español, con la mediación de alguna empresa como fue en su momento Telefónica y, actualmente, Abertis Retevisión, para convertir lo que no se debe entender como otra cosa que un servicio público en un sistema de beneficio económico que, en ocasiones, parece que se pone en manos del mejor postor más que del mejor prestador de servicios.
Todo comenzó cuando un malhadado día un director general de la Marina Mercante de triste recuerdo porque, además de abogado y sindicalista era marino mercante de esos cuya libreta de navegación se embarcó más que el titular de la misma, optó por apartar del servicio activo en los buques en los que prestaban servicio a los oficiales radioelectrónicos que otros países mantuvieron en sus puestos de trabajo.
Le siguió otro director general que redujo la presencia de tales oficiales radioelectrónicos en los Centros de Comunicación Radiomartítima y dio paso para sustituirlos por meros telefonistas y, patada a seguir; un nuevo responsable que planteó la necesidad de, aprovechando que el contrato con Telefónica estaba próximo a su fin, entregar a una empresa sin experiencia en el tema y carente de locales adecuados para la actividad a desarrollar -no así, de los medios necesarios- un servicio tan fundamental como son las comunicaciones en la mar, especialmente en materia de salvamento. De paso, se transfirieron a entes locales como el 112, responsabilidades que sólo corresponden a un personal titulado como es el oficial radio. Éste, sin embargo, ya era una mera figura decorativa en las plantas de comunicación, porque el que no había sido jubilado anticipadamente se le otorgaba la responsabilidad de varios servicios a la vez y se desquiciaba al comprobar que no podía responder en tiempo y forma a todo aquello que la mar registraba como incidencia. Ahora, y justificado por el mal momento económico por el que pasa España y los españoles, se suprimen tres centros de comunicación radiomarítima -los de Bilbao, Málaga y Tenerife- y se pone como ejemplo la existencia de un único centro de estas característica en Gran Bretaña, país que se parece a España como una castaña se asemeja a un huevo.
Al dolor que produce el tener que poner en las listas del paro a un grupo de profesionales se une, en este caso, la incertidumbre sobre la respuesta que en un naufragio pueden dar los CCR de A Coruña, Valencia y Las Palmas, que serán, junto con Dina Radio (Madrid) los que echen sobre sí la responsabilidad de conducir el entramado de un salvamento en el que también entra a coordinar Salvamento Marítimo.
Si en la inmediatez de la respuesta radica una gran parte del éxito de una operación ¿se puede obtener esa rapidez de intervención al carecer los centros de la proximidad que permite tal respuesta inmediata? Ojalá sea así. Pero mucho me temo que los nuevos responsables de Marina Mercante y del Salvamento Marítimo Español, así como Abertis, van a tener que llevar en su historial más de un borrón y que la gente de mar no logre, ni con mucho, lo que ya tenían como normal para su bien o para su mal (y perdone el lector el pareado).
Fuente: Antón Luaces/opinión Coruña
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