Rusia acelera acercamiento con China por crisis ucraniana
Asfixiada por las sanciones occidentales impuestas a raíz de la crisis de Ucrania, Rusia ha acelerado el acercamiento con China, en particular en el campo de la energía, una apuesta que no está exenta de riesgos.
Lejos del ruido de las armas en Ucrania y de las amenazas de represalia occidentales, el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció el lunes en Siberia, a bombo y platillo, el “mayor proyecto de construcción en el mundo”.
Se trata del gasoducto Fuerza de Siberia: 4.000 kilómetros de tubos entre los yacimientos de gas de la inmensa república de Yakutia y el mar de Japón, y el este de la frontera china.
A partir de 2018, Rusia ya podrá suministrar gas a China por gasoducto gracias a un contrato evaluado en $400.000 millones durante 30 años, firmado en mayo.
En principio, los intereses rusos y chinos están en perfecta sintonía. Pekín necesita petróleo y gas para cubrir su creciente consumo energético. Moscú busca reorientar hacia Asia su comercio exterior, donde la economía es mucho más dinámica que en la Unión Europa, su primer socio comercial en la actualidad.
El nuevo conflicto del gas entre Moscú y Kiev no ha hecho más que reforzar la convicción de los europeos de que es hora de reducir su dependencia del gas ruso.
El contrato chino de Gazprom “constituye una lanzadera para la diversificación del grupo en Asia Pacífico en un momento en que sus ventas están bajo presión en Europa”, dijo esta semana la agencia de calificación Moody’s.
La agencia de calificación advierte, no obstante, de que este giro conlleva riesgos: “La capacidad de China para presionar sobre los precios y la cantidad de inversiones necesarias, podría afectar la rentabilidad del sector petrolero y gasista ruso”.
El precio del contrato de gas es un secreto comercial pero algunas filtraciones hacen pensar que está muy por debajo de las esperanzas de Gazprom, dadas las ingentes inversiones que hay que hacer.
En lo que respecta al petróleo, el movimiento de reequilibrio está más avanzado, gracias al gigantesco contrato petrolero firmado en 2013 por la empresa estatal rusa Rosneft.
A mediados de agosto, el Wall Street Journal calculó que desde principios de año, el 30% de las exportaciones de petróleo de Rusia fueron a Asia, algo nunca visto.
El ministro ruso de Energía, Alexandre Novak, dijo esta semana que las exportaciones de oro negro a Asia podrían duplicarse. También habló de que hay negociaciones en marcha para que empresas de Asia Pacífico inviertan en proyectos de gas natural licuado (GNL) en el Extremo Oriente ruso.
Por el lado chino, el gigante público CNPC refuerza su presencia en Rusia, además de los contratos para comprar petróleo y gas. Ya ha adquirido el 20% del proyecto de GNL del grupo gasista Novatek y del francés Total en la península de Yamal, en el Ártico, y coopera con Rosneft en yacimientos de Siberia Oriental.
Esta semana, Putin habló de la entrada de un socio chino en el yacimiento Vankor que gestiona Rosneft, considerado como uno de los más ricos de Siberia Oriental.
“El negocio, si concluye, supondría una evolución mayor”, comentaron los expertos del centro Eurasia Group. Esta invitación de Rosneft para participar en un proyecto tan estratégico muestra, según ellos, “que el poder de negociación de Moscú se ha visto afectado por las sanciones y que la empresa necesita una inyección de capital”.
Afectado por las sanciones en Estados Unidos, el grupo dirigido por Igor Setchin, cercano a Putin, ha pedido ayuda al Estado para poder reembolsar una deuda que supera los 30.000 millones de dólares.
China, que ya ha hecho avances de dinero considerables para los contratos petroleros y gasistas, parece una fuente de financiación providencial en el momento en que se cierran los mercados occidentales y Bruselas prohíbe las exportaciones de algunas tecnologías destinadas a la energía.
Y ello, en un momento en que el crecimiento de la producción de oro negro de Rusia, cuyos ingresos proceden mayoritariamente de los hidrocarburos, se debilita y los proyectos necesarios para relanzarlo exigen inversiones ingentes.
Pero “lo que Moscú considera como una asociación estratégica, solo es para Pekín una forma de diversificar sus proveedores”, de ahí la posición desigual en las negociaciones, estimó esta semana el diario Vedomosti, que alerta contra el “sinocentrismo” de la política asiática de Rusia en detrimento de otros países de la región.
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