Esperanzas y temores del boom del gas natural del Este de África
Esta nueva región gasista tiene un potencial aún por determinar
La costa del Océano Índico es el eje de los hallazgos en la zona
Su estratégica situación, además de sus recursos, es clave
Al precio actual del gas natural, Mozambique podría obtener en derechos de explotación de sus reservas de esa fuente de energía 150.000 millones de dólares (115.000 millones de euros) en los próximos diez años, según los analistas del sector. Para hacernos una idea de lo que eso supone, basta esta comparación: esos 115.000 millones suponen doce veces el PIB nominal mozambiqueño.
Mozambique es el ejemplo más extremo, pero no el único, de una nueva región gasista en el mundo: el Este de África. El eje de los hallazgos es la costa del Océano Índico, frente a Mozambique, Tanzania y Kenia.
Por ahora, el impacto de esos descubrimientos varía. Pero Mozambique y Tanzania se pueden convertir en verdaderas Arabias Saudíes (o Nigerias) del mercado gasista mundial.
Las cifras son mareantes. La empresa estadounidense Anadarko estima que sus yacimientos en las zonas que forman el área de interés económico de Mozambique, y en los que empezará a producir gas en 2018, tienen 1,47 billones de metros cúbicos de gas natural. La italiana ENI calcula que los suyos son de 1,41 billones. Eso indica que cada una de esas empresas cree tener casi tanto gas en Mozambique como todo el que hay en, por ejemplo, Libia o Kuwait.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, un organismo equiparable al Instituto Geológico y Minero de España), siempre más conservador, estima que las reservas económicamente viables de gas en Mozambique, Tanzania y Kenia ascienden a un mínimo de 7,1 billones de metros cúbicos, más que las de los Emiratos Árabes Unidos. Pero los récords se baten casi cada mes. En lo que va de año, las reservas de gas de Tanzania se han triplicado, hasta rozar el billón de metros cúbicos. De esa cifra, el 85% está en el mar.
Situación estratégica
El gas natural de África Oriental tiene una ventaja: su situación. Se encuentra en el Océano Índico, cerca de los mercados de Extremo Oriente, que es donde el gas natural es mucho más caro. Eso ha desatado el interés de las grandes empresas por entrar en la zona. En julio, la tailandesa PTT ganó a Shell, la mayor petrolera de Europa, la batalla por el control de la británica Cove. La clave de la lucha son las operaciones de Cove en el yacimiento de Ronuma, frente a la costa de Mozambique. Shell quería el control de la empresa para exportar desde allí a Asia. PTT, que acabó pagando 1.220 millones de libras (940 millones de euros), para garantizar el suministro del mercado tailandés.
Para transportar el gas hay que licuarlo, primero. Y ésa es otra parte de la ecuación. ENI está estudiando inversiones en plantas de licuefacción de gas natural en Mozambique por 38.000 millones de euros; Anadarko, por 14.000. De nuevo, cifras increíbles para un país cuyo PIB es de 18.500 millones de euros. El gas también debe ser transportado por tierra. El mes pasado el Gobierno tanzano firmó un acuerdo con China en virtud del cual este país construirá un gasoducto de 230 kilómetros desde la ciudad de Mtwara, en el sur del país, hasta la capital económica, Dar Es Salaam. El coste de la obra: 900 millones de euros. Claro que, según el Banco Mundial, Tanzania puede conseguir por royalties del gas 2.300 millones de euros al año, es decir, el 10% de su PIB nominal.
Pero hay otra cuestión: ¿poseen estos países la capacidad institucional necesaria para resistir una oleada de petrodólares o gasdólares? Por un lado, Mozambique, Tanzania, Kenia y Uganda se encuentran entre los países que forman el furgón de cola del índice de percepción de la corrupción de la ONG Transparency International. Pero, aunque no lo estuvieran, la súbita riqueza con que se están encontrando pondría a prueba el sistema político y social de cualquier Estado.
Y, por otra parte, los precedentes petroleros en África subsahariana invitan a cualquier cosa menos al optimismo.
Nigeria
Nigeria es un país permanentemente al borde del colapso, y con la región petrolera más importante—el Delta del río Níger—en un estado de violencia continua. Una persona que viaja habitualmente a ese país me comentaba hoy la paradoja de que en Lagos hay colas kilométricas para repostar gasolina para el coche, cuando ésa es la capital del décimo cuarto productor de petróleo del mundo. Y Angola es una oligarquía terrible en la que la clase dirigente—comunistas prosoviéticos reconvertidos al capitalismo tras la caída del muro de Berlín—monopoliza los ingresos de los hidrocarburos. Los ciudadanos comunes y corrientes de Nigeria y Angola han visto muy poco de la inmensa riqueza petrolera de sus países.
Según han informado a ELMUNDO.es personas que conocen bien la región, sus Gobiernos y su economía, en el sur de Tanzania hay depósitos enormes de gas natural, pero las autoridades de ese país no están dispuestas a permitir su explotación si las empresas que inviertan allí no acceden a pagarles comisiones.
El razonamiento de los líderes tanzanos es simple: explotar ese gas va a provocar una considerable controversia internacional así que, si alguien está dispuesto a abrir esa Caja de Pandora, que pague. Parte de los yacimientos se encuentran en el subsuelo de la reserva de caza de Selous —declarada en fecha tan temprana como 1982 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO— y del Parque Nacional de Mikumi. En julio el Gobierno tanzano ya logró que la UNESCO le autorizara a recortar en 198 kilómetros cuadrados la superficie protegida de Selous para que la minera australiana Mantra Resources abra una mina de uranio allí que supondrá una inversión de 300 millones de euros.
Mozambique
Mozambique tiene algunas de las barreras coralinas más grandes y mejor conservadas del mundo, y su potencial para el ecoturismo es incalculable, igual que la costa suahili de Kenia y Tanzania, donde hay ciudades que parecen ancladas en el siglo XIV (afortunadamente sin tráfico de esclavos). No está claro hasta qué punto esos países van a ser capaces de compatibilizar el desarrollo de su industria energética con la preservación de esos tesoros culturales y medioambientales. Por ejemplo, Lamu, una de las ciudades más espectaculares del mundo, situada en el Norte de Kenia y que parece salida directamente de Simbad el Marino, puede ser el lugar en el que se construya una terminal de petróleo para sacar el crudo de Sudán del Sur.
Queda, además, un último factor. El gas natural del Índico se encuentra a grandes profundidades. La petrolera semipública brasileña Petrobras acaba, por ejemplo, de perforar un pozo a 3.200 metros de profundidad… y no ha encontrado ni gas ni petróleo. Y, evidentemente, estos países no tienen tampoco infraestructura para procesar el gas ni transportarlo. Eso implica que el boom tardará al menos una década en materializarse. En ese periodo, el gas natural no convencional, extraído mediante fracturación hidráulica (fracking), de EEUU, va a inundar el mercado mundial. China también está desarrollando su propia industria de fracking. Eso puede implicar que el Este de África llegue demasiado tarde al mercado gasista. En ese caso, el boom del gas en África Oriental habría acabado antes de empezar.