Otro gas maravilloso, por Ramón TAMAMES
Hoy presto atención al gas licuado de petróleo (GLP), el carburante alternativo más utilizado en el mundo que empezó a despegar en España con el incremento de infraestructuras. Menos contaminante que la gasolina, más silencioso y más económico, su comercio se expandió con la crisis del petróleo de 1973.
Dicho lo anterior, no estará mal completar la información del GLP para automoción –que reduce en un 68 por ciento las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx) y las partículas en un 99 por ciento y disminuye a la mitad los niveles de ruido– con la de otro gas igualmente maravilloso: el GNL, gas natural licuado.
Del GNL, casi todo es perfecto, empezando por ser el menos contaminante de los hidrocarburos, y porque debido a su licuefacción a -162º C, su volumen se reduce en 600 veces. Lo que permite transportarlo en buques especiales (metaneros), para acceder a áreas de consumo donde no resulta posible o rentable llegar con gas natural por tubería, ni en forma de electricidad generada en centrales térmicas gasistas de ciclo combinado. Además, el GNL es fácilmente almacenable, y una vez regasificado se distribuye a través de redes de gasoductos a los grandes clientes, con gran eficiencia logística.
El GNL fue objeto de introducción masiva en España a partir de 1970 con la empresa Gas Natural, liderada por Pedro Durán Farrell; que creó terminales de liquefacción en los países de origen del combustible y de regasificación en España. Ante lo cual surgió la competencia del INI con la Empresa Nacional del Gas, Enagas (1972), que en 1998 fue absorbida por Gas Natural; dentro del programa de privatizaciones realizado por el primer gobierno Aznar, de cara a reducir el volumen de deuda pública con vistas a la creación del euro como moneda única europea.
Posteriormente, una serie de compañías eléctricas pasaron a importar GNL directamente para sus térmicas, y en esa misma tendencia de integración, Gas Natural se fusionó con Unión Fenosa; naciendo así la nueva compañía Gas Natural/Fenosa, en el contexto de un mercado con saturación y guerra de precios. En el que, la mayor competencia vendrá del «shale gas», que se extrae de minerales con alto contenido de hidrocarburos gaseosos. Pero con efectos ambientales devastadores; hasta el punto de haberse configurado una fuerte presión ecológica a efectos de impedir esa nueva actividad extractiva.
Fuente: La razón
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