viernes, 31 de octubre de 2014

Nuevas opciones

El petróleo barato pone en peligro la revolución mundial del ‘fracking’
El crudo se ha mantenido en los últimos años de manera sostenida por encima de los 100 dólares, lo que ha hecho posible hacer comercialmente rentables la explotación de yacimientos con nuevas técnicas (fracking) y en nuevas áreas (aguas ultraprofundas). En las últimas semanas el crudo ha caído a cerca de los 80 dólares por barril, lo que pone en aprietos el futuro de los fenómenos que transformarán el sector global.

El petróleo ha perdido en apenas cuatro meses una cuarta parte de su valor. La cotización del petróleo se ha desplomado un 25% desde junio, hasta marcar mínimos de los últimos cuatro años: el barril Brent, el de referencia en Europa, ha llegado a caer este mes hasta los 83 dólares, mientras que el West Texas, de referencia en EEUU, llegó a perder intradía el soporte de los 80 dólares.

Los analistas coinciden, con carácter general, en que las causas del desplome de los precios del crudo son una demanda que ya no crece al ritmo esperado por el temor a una tercera recesión en Europa y del enfriamiento de la economía china; una escenario de sobreoferta por el aumento de la producción de petróleo no convencional en Estados Unidos (que a la vez le permite reducir sus importaciones), y por la constatación de que la inestabilidad tanto en Oriente Medio como en el Norte de África no se está traduciendo en una menor producción.

Más allá de las explicaciones más macroeconómicas, tras la subida parece estar la mano de Arabia Saudí, el mayor productor mundial de crudo. Riad ha reconocido en conversaciones con inversores no tener interés en que se recupere la cotización y que se siente cómodo con un contexto de petróleo barato que se alargue uno o dos años. Un escenario con el que Arabia podría castigar a sus rivales geopolíticos (Irán, Irak, Siria... y también Rusia, por su apoyo al régimen sirio) y también económicos (Estados Unidos y su creciente protagonismo en el mercado mundial petrolero por el boom de hidrocarburos no convencionales en que se ha instalado).

El propio presidente de la OPEP, Abdalla Salem el-Badri, reconoció ayer en una conferencia en Londres que el actual contexto no tiene por qué generar situaciones de pánico y que la producción del cártel se mantendrá más o menos en los niveles actuales también el próximo año. A pesar de que algunos países de la OPEP (con Venezuela a la cabeza) han reclamado rebajar la producción para conseguir que remonten los precios, Arabia no tiene ninguna prisa, con el objetivo de poner en jaque a sus rivales y así recuperar cuota de mercado -en especial en Asia-, aunque sea a costa de sacrificar parte de sus ingresos por exportaciones a corto plazo.

Jaque al 'fracking'

Este posible escenario de precios moderados durante uno o dos años que pone en serios aprietos a las que se habían convertido en dos revoluciones paralelas en el sector petrolero global. Todos los analistas prevén que Estados Unidos y Brasil hagan sombra durante unos años a las potencias de la OPEP. Las estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) apuntaban a que Estados Unidos se convertirá en 2015 en el mayor productor mundial de crudo gracias al boom de los hidrocarburos no convencionales (shale oil) y que Brasil podría ser ya exportador también el próximo año gracias a la explotación de sus yacimientos en aguas ultraprofundas. Pero el petróleo barato pone en duda la rentabilidad de parte de los proyectos de petróleo de esquisto en EEUU y de las explotaciones presal de Brasil.

"Las consecuencias geopolíticas y geoeconómicas [de la caída del precio del petróleo] pueden ser importantes", sostiene Gonzalo Escribano, director del Programa de Energía del Real Instituto Elcano, en un artículo publicado en EXPANSIÓN en Orbyt. Un crudo barato puede "acotar la expansión del fenómeno del petróleo no convencional: aunque una parte importante de la producción estadounidense ya es viable por debajo de esos precios, en ocasiones hasta una franja discutida de 50-70 dólares, los campos menos rentables no", sentencia.

La extracción de un barril de petróleo convencional en Arabia Saudí tiene un coste de entre apenas cuatro y seis dólares, mientras que utilizando la fracturación hidráulica (el polémico fracking) en Estados Unidos cuesta de media entre 50 y 70 dólares, según estimaciones de diferentes consultoras. Según diferentes casas de análisis, algunos campos de petróleo no convencional norteamericanos pueden ser rentables si el precio del barril se encuentra apenas por encima de los 50 dólares, gran parte necesitan que esté por encima de los 75-80 dólares y algunos incluso requieren una cotización más allá de los 100 dólares para alcanzar el equilibrio financiero. En el actual contexto de caída de precios, parte de los proyectos de shale oil están en un serio riesgo y la posibilidad de captar inversiones para nuevos proyectos se reduce.

La utilización del fracking (una técnica que implica inyectar en la tierra a alta presión agua con una mezcla química para romper la roca y liberar petróleo o gas atrapado en ella) requiere que la perforación sea continua. Con esta tecnología se necesita abrir permanentemente nuevos pozos para mantener la producción, dado que un pozo de explotación no convencional reduce su producción entre un 50 y un 70% en su primer año, mientras que uno convencional pierde poco más del 50% en dos años. Y perforar de manera continua implica, claro, invertir permanentemente. Según reconoció ayer el presidente de la OPEP, con el petróleo "al precio actual, el 50% del petróleo no convencional estará fuera del mercado".

Incertidumbre sobre proyectos futuros

"Si la OPEP, ante la falta de acción, permite que el precio del petróleo vaya aún más a la baja, la atención podría girarse rápidamente hacia Estados Unidos, donde los productores de petróleo de esquisto podrían comenzar a sufrir", apunta Ole Hansen, estratega de materias primas de Saxo Bank. "Aunque muchos productores, de acuerdo con la AIE, mantienen la rentabilidad, incluso con los precios por debajo de 60 dólares por barril, la pregunta sigue siendo qué impacto tendrá la caída de los precios sobre la confianza de los inversores y los bancos que ofrecen préstamos para operar el negocio".

Y es que la incertidumbre puede suponer que se cierre el grifo de la financiación para algunos proyectos pendientes y, sobre todo, para proyectos futuros. "Está claro que la caída del petróleo desde los 100 a los 85 dólares por barril desincentiva la inversión en nuevos proyectos petrolíferos", explica Mariano Marzo, catedrático de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona.

"El suelo está en los 80 dólares por barril. Por debajo de ese precio puede empezar a caer la producción mundial, pueden empezarse a cancelar algunos proyectos y se va a frenar la inversión en otros nuevos", indica Marzo, que entiende que un contexto de caídas del precio "ralentizaría de la expansión de la explotación de hidrocarburos no convencionales fuera de Estados Unidos, en países como México, Argentina o también Rusia. Afectaría mucho a la rapidez con que se puede expandir el know how tecnológico de Estados Unidos a otras regiones".

Las estimaciones de la AIE ya apuntaban desde hace tiempo que el boom actual de los hidrocarburos no convencionales tiene un recorrido relativamente limitado. Las estimaciones apuntan a que el actual pico de producción de crudo no convencional, protagonizado singularmente por EEUU, se moderará en la próxima década para mantener un crecimiento sostenido de en torno a un 6% anual. En apenas diez años, la centralidad de Oriente Medio en el sector energético mundial previsiblemente volverá a hacerse evidente en la década de 2020 y se mantendrá a largo plazo. "La visión general es que el boom del shale se mantendría hasta 2020, luego habría una meseta de producción y empezaría a declinar en 2030. Si los precios moderados de mantienen, quizá se abra un nuevo escenario en que se adelanta la caída de producción", argumenta el catedrático Mariano Marzo.

Las aguas ultraprofundas de Brasil

En paralelo, el petróleo barato podría matizar el esperado protagonismo que se le asigna a Brasil en el mercado mundial y podría posponer la exploración en el Ártico. El gigante sudamericano dispone de gigantescas reservas de crudo, pero la mayoría se encuentran en aguas ultraprofundas y bajo una densa capa de sal, lo que encarece mucho su extracción y sólo con precios del crudo altos se garantiza su rentabilidad.

Si los proyectos de shale oil ven cuestionada su viabilidad, "algo semejante pasa con los pozos marginales convencionales y los yacimientos en aguas ultra-profundas: los primeros simplemente dejarían de producir, los segundos verían ralentizado el ritmo inversor en nuevos proyectos y la rentabilidad de los que están en marcha", sotiene Gonzalo Escribano, del Real Instituto Elcano. Y "a la competencia geopolítica por los recursos energéticos del Ártico podría ocurrirle lo que a la rivalidad China-Estados Unidos en África: desvanecerse (por el momento)", augura.

Para Mariano Marzo, "da la impresión de que en el caso de Brasil se ha vendido la piel del oso antes de cazarlo. Y la política de gastos, junto a la política de fastos, que se ha ejecutado en el país puede que genere una situación complicada". En el actual contexto de precios moderados, se abre un nuevo escenario geopolítico en que un nuevo actor puede redoblar sus intereses en la región. "Si Brasil no puede afrontar las inversiones necesarias para extraer el crudo, va a necesitar capital extranjero para hacerlo. Y en esa tarea China puede acabar jugando un papel importante. Las petroleras estatales chinas tienen una concepción más geoestratégica y de captación de recursos, y no necesitan convencer a sus accionistas, como hacen las petroleras privadas, con garantías de retorno económico".
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